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Las ofrendas que se colocan en el altar
deben contener elementos y símbolos que inviten al espíritu a viajar desde el
mundo de los muertos para convivir ese día con sus familiares y amigos.
La imagen del difunto honra el nivel más
alto del altar. Se coloca de espaldas y
frente a ella se dispone un espejo para que pueda ver el reflejo de sus
parientes, y estos vean a su vez únicamente el del difunto.
La cruz, utilizada en todos los altares,
es un símbolo introducido por los evangelizadores españoles con el fin de
incorporar el catecismo a una tradición tan arraigada entre los nativos como la
veneración a los muertos. Es colocada en
la parte superior del altar, a un lado de la imagen del difunto, y puede ser de
sal o de ceniza.
Una imagen de las ánimas del purgatorio
se coloca para que, en caso de que el espíritu del muerto se encuentre allí, se
facilite su salida. Según la religión
católica, los que mueren habiendo cometido pecados veniales sin confesarse
deben expiar sus culpas en el purgatorio.
El Copal, una resina aromática que
procede del árbol del Copal que ha tenido una importante trascendencia desde la
antigüedad, es un elemento prehispánico que limpia y purifica las energías de
un lugar y las de quien lo utiliza. A su
vez el incienso santifica el ambiente.
Ambos también se colocan en el altar.
Un arco adornado con luminarias y flor
de cempasúchil se coloca en la cúspide del altar y simboliza la entrada al
mundo de los muertos.
La
flor de Cempasúchil, o cempaxúchitl es un ornato usual en los altares y en el sepulcro.
En
náhuatl, significa flor de veinte pétalos, es una planta originaria de México y
de Centroamérica, la cual puede llegar a medir hasta un metro de altura y sus botones
alcanzan los cinco centímetros de diámetro.
Florece en el otoño, cerca del Día de muertos. Se cree que sus pétalos de color amarillo
marcan la senda que deben recorrer los muertos durante la visita que hacen
estos días porque guardan el calor del sol y su aroma los llama.
El
papel picado,con sugerentes escenas y motivos recortados, representa la
alegría festiva del Día de Muertos y del viento.
En los altares tradicionales
se representaba a los dioses de la tierra, la lluvia, el agua, la agricultura y
el Mictlán, por medio de las figuras en papel amate.
Actualmente,
no solo le da color a la ofrenda, sino que representa el aire, uno de los
cuatro elementos que debe estar presente en cualquier ofrecimiento.
Cada papel tiene diferentes colores, que se
fueron adaptando a un nuevo rito en tiempos de la evangelización.
El
naranja representa luto, el morado se refiere a la religión católica, el azul
refiere a los difuntos que tuvieron una muerte relacionada con el agua, el rojo
es para los guerreros o mujeres que fallecieron durante el parto, el verde es
para los jóvenes. el blanco para los niños, el amarillo para los ancianos y el
negro simboliza al inframundo.
Velas,
veladoras y cirios son consideradas como la luz que guía en este mundo. Son por tradición de color morado y blanco,
ya que significan duelo y pureza respectivamente. Los cirios suelen ser colocados según los
puntos cardinales, y las veladoras se extienden a modo de sendero para llegar
al altar.
El
agua tiene gran importancia ya que, entre otros significados, refleja la pureza
del alma, el ciclo continuo de la regeneración de la vida y de las
siembras. Además, un vaso de agua sirve
para que el espíritu mitigue su sed después del viaje desde el mundo de los
muertos.
Junto
a la vasija con agua también se puede colocar un jabón, una toalla y un espejo
para el aseo de los difuntos
Las
calaveras son distribuidas en todo el altar y pueden ser de azúcar, barro o
yeso, con adornos de colores. Se le
considera una alusión a la muerte y recuerdan que ésta siempre se encuentra
presente.
El
alimento tradicional o el que era del agrado de los fallecidos se ofrece para
disfrute del alma visitante.
El
pan es una representación de la eucaristía, y fue agregado por los
evangelizadores españoles. Puede ser en
forma de muertito de Pátzcuaro, Michoacán, o de domo redondo, adornado con
formas de huesos en alusión a la cruz, espolvoreado con azúcar y hecho con
anís.
El
origen del Pan de Muerto se sitúa en la época de la conquista, el que fue
inspirado por rituales prehispánicos cuando se practicaban sacrificios
humanos. Los colonizadores encontraron
muy violenta esta práctica, por lo que sugirieron se preparara un pan de trigo
cubierto de azúcar roja, el cual simulaba el corazón de las doncellas, sin
llegar al extremo de que, en realidad, estas tuvieran que perder la vida.
Se
sabe que en Mesoamérica se preparaba un pan de amaranto molido que después de
mezclarse con la sangre de los sacrificios, se ofrecía a los dioses. Siendo estos los primeros indicios del Pan de
Muerto.
La
visita del difunto es alegrada con las bebidas de su preferencia, generalmente
tequila, pulque o mezcal. También con
artículos y objetos que le pertenecían,
con la finalidad de que el espíritu pueda recordar los momentos de su
vida. En el caso de los niños se colocan
sus juguetes preferidos.
La
cultura mexicana tiene su más colorida representación en la celebración del Día
de Muertos, festividad que se ha visto retratada en diferentes expresiones que
abarcan todas las manifestaciones: desde el arte prehispánico hasta el popular
de nuestros días.
Actualmente,
la muerte hecha objeto, la muerte representada, no toma por sorpresa al
mexicano, donde la visión radica en su valoración y no en el desprecio. Se
manifiesta como una explicación del mundo, heredadas y evocadas
inconscientemente.
La
fusión de ambas culturas hace del altar un producto que evoca los elementos que le dieron origen y que lo
traducen en una repetición y evocación constantes del mundo indígena y del
católico, con símbolos que adquieren un nuevo significado.
La
muerte, en ese sentido, no se enuncia como
ausencia, ni como falta, sino como una nueva etapa: el muerto viene,
camina y observa el altar, percibe, huele, prueba, escucha. No es un ser ajeno. Es una presencia viva.
La
metáfora de la vida misma se cuenta en un altar, y se entiende a la muerte como
un renacer constante, como un proceso infinito que nos hace comprender que los
que hoy estamos ofreciendo seremos mañana invitados a la fiesta.
Textos
de:
https://www.uv.mx/cienciahombre/revistae/vol25num1/articulos/altar
https://www.mexicodesconocido.com.mx/noche-de-muertos-michoacan.html
Revisión de estilo: Nilda Bouzo