lunes, 8 de junio de 2020

MIEDO AL OLVIDO-III ALTARES Y OFRENDAS


 


Las ofrendas que se colocan en el altar deben contener elementos y símbolos que inviten al espíritu a viajar desde el mundo de los muertos para convivir ese día con sus familiares y amigos.
La imagen del difunto honra el nivel más alto del altar.  Se coloca de espaldas y frente a ella se dispone un espejo para que pueda ver el reflejo de sus parientes, y estos vean a su vez únicamente el del difunto.

La cruz, utilizada en todos los altares, es un símbolo introducido por los evangelizadores españoles con el fin de incorporar el catecismo a una tradición tan arraigada entre los nativos como la veneración a los muertos.  Es colocada en la parte superior del altar, a un lado de la imagen del difunto, y puede ser de sal o de ceniza.

Una imagen de las ánimas del purgatorio se coloca para que, en caso de que el espíritu del muerto se encuentre allí, se facilite su salida.  Según la religión católica, los que mueren habiendo cometido pecados veniales sin confesarse deben expiar sus culpas en el purgatorio.

El Copal, una resina aromática que procede del árbol del Copal que ha tenido una importante trascendencia desde la antigüedad, es un elemento prehispánico que limpia y purifica las energías de un lugar y las de quien lo utiliza.  A su vez el incienso santifica el ambiente.  Ambos también se colocan en el altar.  

Un arco adornado con luminarias y flor de cempasúchil se coloca en la cúspide del altar y simboliza la entrada al mundo de los muertos.
La flor de Cempasúchil, o cempaxúchitl es un ornato usual en los altares y en el sepulcro.
En náhuatl, significa flor de veinte pétalos, es una planta originaria de México y de Centroamérica, la cual puede llegar a medir hasta un metro de altura y sus botones alcanzan los cinco centímetros de diámetro.
Florece en el otoño, cerca del Día de muertos.  Se cree que sus pétalos de color amarillo marcan la senda que deben recorrer los muertos durante la visita que hacen estos días porque guardan el calor del sol y su aroma los llama. 
El papel picado,con sugerentes escenas y motivos recortados, representa la alegría festiva del Día de Muertos y del viento. 
En los altares tradicionales se representaba a los dioses de la tierra, la lluvia, el agua, la agricultura y el Mictlán, por medio de las figuras en papel amate.  
Actualmente, no solo le da color a la ofrenda, sino que representa el aire, uno de los cuatro elementos que debe estar presente en cualquier ofrecimiento. 
Cada papel tiene diferentes colores, que se fueron adaptando a un nuevo rito en tiempos de la evangelización.
El naranja representa luto, el morado se refiere a la religión católica, el azul refiere a los difuntos que tuvieron una muerte relacionada con el agua, el rojo es para los guerreros o mujeres que fallecieron durante el parto, el verde es para los jóvenes. el blanco para los niños, el amarillo para los ancianos y el negro simboliza al inframundo.
Velas, veladoras y cirios son consideradas como la luz que guía en este mundo.  Son por tradición de color morado y blanco, ya que significan duelo y pureza respectivamente.  Los cirios suelen ser colocados según los puntos cardinales, y las veladoras se extienden a modo de sendero para llegar al altar.

El agua tiene gran importancia ya que, entre otros significados, refleja la pureza del alma, el ciclo continuo de la regeneración de la vida y de las siembras.  Además, un vaso de agua sirve para que el espíritu mitigue su sed después del viaje desde el mundo de los muertos.
Junto a la vasija con agua también se puede colocar un jabón, una toalla y un espejo para el aseo de los difuntos
Las calaveras son distribuidas en todo el altar y pueden ser de azúcar, barro o yeso, con adornos de colores.  Se le considera una alusión a la muerte y recuerdan que ésta siempre se encuentra presente.
El alimento tradicional o el que era del agrado de los fallecidos se ofrece para disfrute del alma visitante.
El pan es una representación de la eucaristía, y fue agregado por los evangelizadores españoles.  Puede ser en forma de muertito de Pátzcuaro, Michoacán, o de domo redondo, adornado con formas de huesos en alusión a la cruz, espolvoreado con azúcar y hecho con anís.
El origen del Pan de Muerto se sitúa en la época de la conquista, el que fue inspirado por rituales prehispánicos cuando se practicaban sacrificios humanos.  Los colonizadores encontraron muy violenta esta práctica, por lo que sugirieron se preparara un pan de trigo cubierto de azúcar roja, el cual simulaba el corazón de las doncellas, sin llegar al extremo de que, en realidad, estas tuvieran que perder la vida.
Se sabe que en Mesoamérica se preparaba un pan de amaranto molido que después de mezclarse con la sangre de los sacrificios, se ofrecía a los dioses.  Siendo estos los primeros indicios del Pan de Muerto.

La visita del difunto es alegrada con las bebidas de su preferencia, generalmente tequila, pulque o mezcal.  También con artículos y objetos  que le pertenecían, con la finalidad de que el espíritu pueda recordar los momentos de su vida.  En el caso de los niños se colocan sus juguetes preferidos.

La cultura mexicana tiene su más colorida representación en la celebración del Día de Muertos, festividad que se ha visto retratada en diferentes expresiones que abarcan todas las manifestaciones: desde el arte prehispánico hasta el popular de nuestros días.
Actualmente, la muerte hecha objeto, la muerte representada, no toma por sorpresa al mexicano, donde la visión radica en su valoración y no en el desprecio. Se manifiesta como una explicación del mundo, heredadas y evocadas inconscientemente.

La fusión de ambas culturas hace del altar un producto que evoca  los elementos que le dieron origen y que lo traducen en una repetición y evocación constantes del mundo indígena y del católico, con símbolos que adquieren un nuevo significado.
La muerte, en ese sentido, no se enuncia como  ausencia, ni como falta, sino como una nueva etapa: el muerto viene, camina y observa el altar, percibe, huele, prueba, escucha.  No es un ser ajeno.   Es una presencia viva. 
La metáfora de la vida misma se cuenta en un altar, y se entiende a la muerte como un renacer constante, como un proceso infinito que nos hace comprender que los que hoy estamos ofreciendo seremos mañana invitados a la fiesta.


Textos de:
 https://www.uv.mx/cienciahombre/revistae/vol25num1/articulos/altar
https://www.mexicodesconocido.com.mx/noche-de-muertos-michoacan.html

Revisión de estilo: Nilda Bouzo