La visión y la iconografía sobre la muerte en
México son notables debido a ciertas características especiales, como el
sentido solemne, festivo, jocoso y religioso que se ha dado a este culto y que
pervive hasta nuestros días.
La muerte es un personaje omnipresente
en el arte mexicano con una rica variedad representativa: desde diosa
protagonista de cuentos y leyendas, personaje crítico de la sociedad, hasta
invitada sonriente a la mesa.
Los rituales y ceremonias de
diversa índole que abarcan innumerables reflexiones para entender la muerte y
su significado, han constituido el máximo símbolo de la representación de esta
festividad: El Altar de Muertos. Quizás la tradición más importante de la
cultura popular mexicana y una de las más reconocidas internacionalmente.
Tras la Conquista, en el siglo
XVI, se introduce en México el terror a la muerte y al infierno con la
divulgación del cristianismo, por lo que en esa época se observa una mezcla de
creencias del Viejo y del Nuevo Mundo.
La Colonia fue una era de sincretismo
donde la evangelización cristiana tuvo que ceder ante la fuerza de muchas
creencias indígenas, dando como resultado un catolicismo muy propio de las
Américas, caracterizado por una mezcla de las religiones prehispánicas y la
católica.
Esta conciliación entre las
costumbres españolas e indígenas originó lo que es hoy la fiesta del Día de
Muertos. Al ser México un país
pluricultural y pluriétnico, la celebración no tiene un carácter homogéneo,
sino que va añadiendo significados y evocaciones según el pueblo indígena o
grupo social que lo practique, constituyendo así, una celebración resultado de
la mezcla de culturas, que el pueblo mexicano ha logrado mantener vivas.
La fiesta del Día de Muertos se
realiza desde el 28 de octubre y el 1 y 2 de noviembre, días señalados por la
Iglesia católica para celebrar la memoria de Todos los Santos y los Fieles
Difuntos.
La esencia más pura de estas
celebraciones se observa en las comunidades indígenas y rurales donde se tiene
la creencia de que las ánimas de los difuntos regresan esas noches a disfrutar
de los platillos y flores que sus parientes les ofrecen.
Las ánimas llegan de forma
ordenada. A los que tuvieron la mala
fortuna de morir un mes antes de la fecha no se les pone ofrenda, pues se
considera que no tuvieron tiempo de pedir permiso para acudir a la celebración,
por lo que sirven solamente como ayudantes de otras ánimas.
El día 28 de octubre se destina a
los muertos que fueron asesinados con violencia, de manera trágica; el 30 y 31
de octubre son días dedicados a los niños que murieron sin haber sido
bautizados (limbitos) y a los más pequeños respectivamente.
El 1ro de noviembre o Día de
Todos los Santos se conmemora a todos aquellos que llevaron una vida ejemplar,
celebrándose igualmente a los niños. El
día 2 en cambio, es el llamado Día de los Muertos, la máxima festividad de su
tipo en el país, festividad que comienza desde la madrugada con el tañido de
las campanas de las iglesias y la práctica de ciertos ritos, como adornar las
tumbas y hacer altares sobre las lápidas, lo que tiene un gran significado para
las familias porque se piensa que ayudan a conducir a las ánimas y a transitar
por un buen camino tras la muerte.
El altar es un elemento
fundamental en la celebración del Día de Muertos. Los deudos tienen la creencia de que el
espíritu de sus difuntos regresa del inframundo para convivir con la familia
ese día y así consolarlos y confortarlos por la pérdida.
Como elemento tangible de tal
sincretismo, el altar se conforma siguiendo la liturgia de cada pueblo, aunque
en todos existe una similitud. Se coloca
en una habitación sobre una mesa o repisa cuyos niveles representan los
estratos de la existencia.
Son comunes los altares de dos
niveles, que representan el cielo y la tierra; en cambio los altares de tres
niveles añaden a esta visión el concepto del purgatorio.
En un altar de siete niveles se
simbolizan los pasos necesarios para llegar al cielo y así poder descansar en
paz. Se considera el altar tradicional
por excelencia. En su elaboración se
deben considerar ciertos elementos básicos.
Cada uno de los escalones se forra en tela negra y blanca y tienen un
significado distinto.
En el primer escalón va colocada
la imagen de un santo del cual se sea devoto.
El segundo se destina a las
ánimas del purgatorio; es útil porque por medio de él el alma del difunto
obtiene el permiso para salir de ese lugar en caso de encontrarse allí.
En el tercer escalón se coloca la
sal, que simboliza la purificación del espíritu para los niños del purgatorio.
El personaje principal, el pan,
se ofrece como alimento a las ánimas que por allí transitan y se coloca en el
cuarto escalón.
Los alimentos y frutas preferidas
del difunto adornan el quinto escalón.
En el sexto se colocan las
fotografías de las personas ya fallecidas y a las cuales se recuerda por medio
del altar.
Por último, en el séptimo, se
coloca una cruz formada por semillas o frutas como el tejocote y la lima.
(continuará)
Textos de:
https://www.uv.mx/cienciahombre/revistae/vol25num1/articulos/altar
Revisión de estilo: Nilda Bouzo
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