viernes, 30 de noviembre de 2018

MAS DE LA PRIMERA VEZ



Me cuesta recordar todo lo que experimenté los primeros días, había mucha gente, muchas luces, mucho ruido, estaba temerosa de tanta vorágine, de tanta prisa.
Acostumbrada a una vida apacible, monótona, con noches oscuras por las horas de “apagones” que se experimentaban en mi país, temperaturas de más de 30 grados Celsius en un eterno verano, cuatro canales de televisión, y vivir por primera vez en un edificio en medio de la ciudad, con calles empinadas, no saber qué canal de televisión escoger, trasladarme en auto, ir por autopistas iluminadas, tener frío constantemente, y tener también por primera vez, un teléfono celular, fue una experiencia religiosa como dice la canción.

Es ahora luego de varios años de espera que muchos en mi país tienen acceso a un teléfono, y a la mayoría es la familia que vive en el extranjero quien se lo envía de regalo.

Me obsequiaron un pequeño smartphone, nada sofisticado, nada de última generación, pero por primera vez me familiaricé con las teclas y la pantalla, y con las redes sociales que bien empleadas me han servido para encontrar amigos perdidos por años, familia que nunca volví a ver y debo confesarlo, me he convertido en una “adicta” de las nuevas tecnologías y en los comercios lo primero que visito es el área de exhibición de computadoras, smartphones, y similares.



Mi laptop que también se conectó a internet por primera vez la utilizaba solo para guardar fotos, escribir algunos correos que luego transfería a una memoria y enviaba a una amistad para que lo transmitiera desde su cuenta…al estilo de los mejores mensajeros de antaño, esta vez en bicicleta, y desde entonces no ha dejado de trabajar.

Estoy recorriendo el largo camino de incursionar poco a poco en los atajos de la web, y al poco tiempo hasta decidí dejar plasmados en un blog  mis experiencias como criadora de cachorros salvajes, y ahora me atrevo con el segundo.

Por primera vez fueron muchas y diferentes las vivencias, no solo poseer un smartphone, y una conexión a internet, también, los grandes mercados, los pagos con tarjetas magnéticas, las escaleras eléctricas, las compras por internet, los baños limpios y con jabón, los tianguis, la central de abasto, los vendedores en las calles, los “maromeros” en los semáforos…y el olor, el olor a comida por toda esta gran metrópoli que alberga a más de veinticinco millones de habitantes…una verdadera megaciudad.



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