jueves, 27 de febrero de 2020

TEPOZTLÁN, misticismo y naturaleza.


Varios han sido los viajes a este pueblo cercano, en el que disfrutamos con amigos algún que otro fin de semana.  Enclavado entre cerros de una exuberante belleza, con un clima cálido y una historia de tradiciones y misticismo, su atractivo principal, por el que le han conferido la condición de Pueblo Mágico, es que está localizado en las faldas de El Tepozteco, un lugar que resulta casi purificante por su espiritualidad, y por la increíble vista desde la cima del templo dedicado al dios Tepoxtecátl.
En su día estos restos estaban dedicados a Ome Tochtli-Tepoztecátl, deidad del pulque, la fecundidad y la cosecha.  En la pirámide se encontró el ídolo Dos Conejo, representación de Ome Tochtli, que fue destruida por los frailes durante la evangelización.
Cada año, el 21 de marzo, en el equinoccio de primavera, acuden cientos de visitantes a la pirámide de El Tepozteco para llenarse de energía positiva.  En los días 7 y 8 de septiembre se hace una ofrenda a Ome Tochtli, rememorando el reto a El Tepozteco con una representación teatral en náhuatl.  Una fiesta tradicional donde los pobladores de Tepoztlán evocan los festejos de la ceremonia de velación y bautizo del cerro.

Tepoztlán es una mezcla de antiguas tradiciones, sabidurías culturales, tesoros prehispánicos y virreinales, calles empedradas, irregulares, lomas y callejones con casas de piedra donde rentan habitaciones a quienes hacen ecoturismo y gustan de la sencillez de la vida cotidiana de sus habitantes, y donde en cualquier negocio “limpian el aura” o venden una pomada milagrosa para curar el cuerpo y el alma.
Esta pintoresca combinación hace del pueblo un verdadero lugar mágico.
Los restos de la pirámide construida en la cima del cerro El Tepozteco, lo hacen famoso, así como los exóticos helados preparados por la gente del pueblo y sus peculiares artesanías.
Tepoztlán es considerado por sus habitantes un lugar sagrado por sus leyendas y tradiciones.  
Los habitantes de la región son agradecidos con la naturaleza, por ello al aire le atribuyen poderes como procrear un hijo sano y vigoroso.  Del sol dicen que cuando se va situando en diferentes posiciones, en realidad son las miradas que Tepoztecátl regala a la población.
Otros de sus grandes atractivos son el senderismo y las actividades de montaña. 
La primera vez que visitamos el lugar fuimos invitados por unos amigos que poseían una hermosa instalación que nombraron Equilibriummm y estaba situada en las afueras del pueblo, en las faldas de los cerros, rodeada de rocas y vegetación. Allí brindaban tratamientos anti estrés mediante técnicas de meditación, yoga, taichí, ejercitando el cuerpo y la mente en contacto directo con la naturaleza.

Ese día practicamos algunas de aquellas rutinas, y los más jóvenes escalaron una de las colinas, subiendo hasta la cima por un abrupto sendero.  Más tarde contarían que fue un reto por lo escarpado del lugar, pero también una experiencia inolvidable.
Otro de los desafíos es llegar a los restos del templo de El Tepozteco a través de un camino igualmente pedregoso, ancestral, el mismo que tiempo atrás condujo a los guerreros hasta los pies del dios Tepoztecátl, para pedir protección, antes de marchar a las guerras.
Muchos habitantes de la ciudad han construido casas de fin de semana en las afueras del pueblo, cerca de las colinas y bien protegidas de las miradas e intrusos, buscando la paz y el descanso.
Invitados por amigos que poseen una de ellas, hemos disfrutado de fines de semana con buen clima, contemplando el paisaje y la puesta del sol, imaginando que el dios Tepoztecátl nos mira cada vez que se ilumina uno de los montículos.
Aún queda por visitar uno de los principales atractivos del pueblo, el ex convento de la Natividad.  Una imponente construcción del siglo XVI que fue administrada por frailes dominicos.  En 1994, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad.
El convento fue construido por los indígenas tepoztecos entre 1530 y 1540 utilizando piedras talladas unidas con mortero de cal, arena y aglutinantes vegetales.  Aún hoy se conservan, en el interior de sus muros, muchos de los bellos murales originales. En la parte superior del ex convento opera un museo dedicado a la historia y la cultura de los habitantes del actual Tepoztlán.
En uno de los viajes, paseando por la plaza central del pueblo donde estaba colocado uno de los tianguis de fin de semana, vimos en una calle cercana un cartel que anunciaba comida cubana y respondía al nombre de PÁRRAGA, uno de los barrios populares de la ciudad de La Habana.
El restaurante se encontraba en una edificación de dos plantas y hacia allí nos dirigimos a curiosear. El propietario era un cubano que se había asentado en el lugar y tenía su pequeño negocio de comidas, pero en ese momento estaba de viaje y no pudimos conocerlo. 
A la salida del pueblo, con rumbo a la ciudad, los lugareños ofrecen sus mercancías expuestas en mesas y toldos improvisados situados a ambos lados de la calle.   Compramos quesos artesanales y alguna bebida regional, teniendo cuidado de que no contenga uno de los famosos hongos alucinógenos que son parte de la flora de la región.
El día o el fin de semana que disfrutamos en Tepoztlán resulta saludable, no hay sobresalto, el aire es puro, el clima suave, la práctica del senderismo nos renueva el ánimo y regresamos al diario bregar llenos de la energía que emana de sus ancestrales parajes donde según los antiguos, “se reunían las fuerzas frías del inframundo y las calientes del cielo, que dan origen al tiempo, a la vida y al movimiento








 


No hay comentarios:

Publicar un comentario