Vi nacer en las afueras de la ciudad de La
Habana, el Parque Zoológico Nacional de Cuba, que sería uno de los más grandes
de América Latina con sus más de trescientas hectáreas. Trabajé en él durante veinte años, y aún no
estaba concluido cuando finalicé mi vida laboral y pasé a la jubilación. Faltaban áreas especializadas que albergarían
animales de diferentes continentes y muchas instalaciones que apoyarían la
recreación de los visitantes, por lo que no me impresionan mucho los grandes
espacios dedicados a la conservación y exhibición de la fauna.
Esa condición me hace tener una mirada
observadora y crítica. Cada vez que
visito un lugar similar no puedo evitar fijarme en los detalles. Si el ejemplar
mostrado está saludable, si tiene el agua limpia, si el alojamiento es el
adecuado y está acogedor…
Hace unos años en un mes de septiembre
visité el Zoológico de Chapultepec, emblemático lugar de la Ciudad de México, fundado
en el año 1923 con solo cuatrocientos y tantos animales. Ya hoy posee más de dos mil ejemplares de
diferentes especies, muchas de ellas en peligro de extinción por lo que, como numerosos
centros afines, se convierte en un guardián del fondo genético de la
biodiversidad del planeta.
Es la primera institución fuera de China
que logró la reproducción en cautiverio del Panda Gigante. Las instalaciones
que los albergan son muy acogedoras y cuentan con la atención esmerada de
especialistas de diferentes disciplinas que alcanzaron con su trabajo tan
notable éxito.
El Panda Gigante está en
peligro de extinción, y preservarlos en vida libre o en cautiverio es un
propósito tanto de China, de donde son originarios, como del resto del mundo
que posee ejemplares.
Afortunadamente en los últimos
años ha pasado a ser considerada una especie vulnerable, pero ya no en peligro.
La colección animal se muestra agrupada conforme
a su hábitat natural, bosque templado y litoral, pradera, selva húmeda tropical
y zonas áridas y sabana.
Exhiben especies nativas como el
conejo de los volcanes, (también conocido como teporingo,
zacatuche, tepolito, tepol o burrito, una especie de
mamífero endémica de las montañas del
centro de México.
El lobo
mexicano, una subespecie del lobo gris, es una de las más amenazadas,
pues se cree que está extinto en vida salvaje como consecuencia de décadas de
persecución y caza humana.
Los monos aulladores, ocelotes, jaguares, nutrias de río y el
enigmático ajolote o axolótl, una especie de salamandra endémica de la
zona lacustre de Xochimilco y Chalco-Tláhuac en la ciudad de México.
Todos en sus ambientes.
Muchas
familias exóticas pueblan también el zoológico.
Los pandas gigantes, gorila de tierras bajas, elefantes, cebras,
jirafas, osos, son partes de la muestra.
Hace poco ocurrió un incidente en el que
falleció el gorila nombrado Bantú, que durante años vivió en la
instalación. Fue sedado para su traslado
al Zoo de Guadalajara con el objetivo de su apareamiento con las hembras de
aquel lugar. Pero sufrió un paro
cardiorrespiratorio durante el proceso, lo que provocó un sinnúmero de comentarios
y protestas por parte de ambientalistas y el personal que durante años lo
atendió.
Bantú fue un milagro reproductivo ya que nació
de un gorila macho estéril y una hembra en edad no reproductiva. Además, era el
único ejemplar de su tipo en el país, según declaró la ex directora del
zoológico.
La instalación del herpetario posee una
gran colección de las serpientes más venenosas que existen. Como no son mis predilectas, me quedé fuera.
Frente a la puerta del
herpetario y esperando al resto que había entrado, me sorprendió ver cómo
algunos visitantes, con total naturalidad, acostaban a los niños pequeños en el
suelo para cambiarles el pañal, en un lugar por donde han pasado y dejado su
huella miles de transeúntes, sin percatarse del daño que esto puede ocasionar a
la salud del bebé. Parece una costumbre
ancestral porque también se sientan con mucha facilidad en el piso, en las
escaleras, en las aceras o banquetas, y a la entrada de los comercios, donde
casi siempre hay alguien sentado vendiendo “obleas”
El recorrido es largo. Las anchas calles
que delimitan los refugios y exhibiciones están rodeadas de frondosos árboles, lo que hace muy acogedor el paseo.
El día transcurrió serenamente, algo cansado por
lo extenso del lugar, pero la mirada crítica no dejó de encontrar recintos
sombríos, bebederos con aguas verdes, restos de comidas sin recoger y algún que
otro ejemplar algo desnutrido.
No obstante, fue un buen paseo que seguramente
repetiré en otra oportunidad y trataré de mirar con mejores ojos.
Corrección de estilo. Nilda Bouzo
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