viernes, 7 de febrero de 2020

ZOOLOGICO DE CHAPULTEPEC


Vi nacer en las afueras de la ciudad de La Habana, el Parque Zoológico Nacional de Cuba, que sería uno de los más grandes de América Latina con sus más de trescientas hectáreas.  Trabajé en él durante veinte años, y aún no estaba concluido cuando finalicé mi vida laboral y pasé a la jubilación.  Faltaban áreas especializadas que albergarían animales de diferentes continentes y muchas instalaciones que apoyarían la recreación de los visitantes, por lo que no me impresionan mucho los grandes espacios dedicados a la conservación y exhibición de la fauna.
 Esa condición me hace tener una mirada observadora y crítica.  Cada vez que visito un lugar similar no puedo evitar fijarme en los detalles. Si el ejemplar mostrado está saludable, si tiene el agua limpia, si el alojamiento es el adecuado y está acogedor…

Hace unos años en un mes de septiembre visité el Zoológico de Chapultepec, emblemático lugar de la Ciudad de México, fundado en el año 1923 con solo cuatrocientos y tantos animales.  Ya hoy posee más de dos mil ejemplares de diferentes especies, muchas de ellas en peligro de extinción por lo que, como numerosos centros afines, se convierte en un guardián del fondo genético de la biodiversidad del planeta.

Es la primera institución fuera de China que logró la reproducción en cautiverio del Panda Gigante. Las instalaciones que los albergan son muy acogedoras y cuentan con la atención esmerada de especialistas de diferentes disciplinas que alcanzaron con su trabajo tan notable éxito.

El Panda Gigante está en peligro de extinción, y preservarlos en vida libre o en cautiverio es un propósito tanto de China, de donde son originarios, como del resto del mundo que posee ejemplares.
Afortunadamente en los últimos años ha pasado a ser considerada una especie vulnerable, pero ya no en peligro.


   
La colección animal se muestra agrupada conforme a su hábitat natural, bosque templado y litoral, pradera, selva húmeda tropical y zonas áridas y sabana.
Exhiben especies nativas como el conejo de los volcanes, (también conocido como teporingo, zacatuche,​ tepolito, tepol o burrito,​ una especie de mamífero  endémica de las montañas del centro de México.
El lobo mexicano, una subespecie del lobo gris, es una de las más amenazadas, pues se cree que está extinto en vida salvaje como consecuencia de décadas de persecución y caza humana.

Los monos aulladores, ocelotes, jaguares, nutrias de río y el enigmático ajolote o axolótl, una especie de salamandra endémica de la zona lacustre de Xochimilco y Chalco-Tláhuac en la ciudad de México.
Todos en sus ambientes.

Muchas familias exóticas pueblan también el zoológico.  Los pandas gigantes, gorila de tierras bajas, elefantes, cebras, jirafas, osos, son partes de la muestra.

Hace poco ocurrió un incidente en el que falleció el gorila nombrado Bantú, que durante años vivió en la instalación.  Fue sedado para su traslado al Zoo de Guadalajara con el objetivo de su apareamiento con las hembras de aquel lugar.  Pero sufrió un paro cardiorrespiratorio durante el proceso, lo que provocó un sinnúmero de comentarios y protestas por parte de ambientalistas y el personal que durante años lo atendió.

Bantú fue un milagro reproductivo ya que nació de un gorila macho estéril y una hembra en edad no reproductiva. Además, era el único ejemplar de su tipo en el país, según declaró la ex directora del zoológico.

La instalación del herpetario posee una gran colección de las serpientes más venenosas que existen.  Como no son mis predilectas, me quedé fuera.
Frente a la puerta del herpetario y esperando al resto que había entrado, me sorprendió ver cómo algunos visitantes, con total naturalidad, acostaban a los niños pequeños en el suelo para cambiarles el pañal, en un lugar por donde han pasado y dejado su huella miles de transeúntes, sin percatarse del daño que esto puede ocasionar a la salud del bebé.  Parece una costumbre ancestral porque también se sientan con mucha facilidad en el piso, en las escaleras, en las aceras o banquetas, y a la entrada de los comercios, donde casi siempre hay alguien sentado vendiendo “obleas”

El recorrido es largo. Las anchas calles que delimitan los refugios y exhibiciones están rodeadas de frondosos árboles, lo que hace muy acogedor el paseo.
El día transcurrió serenamente, algo cansado por lo extenso del lugar, pero la mirada crítica no dejó de encontrar recintos sombríos, bebederos con aguas verdes, restos de comidas sin recoger y algún que otro ejemplar algo desnutrido.
No obstante, fue un buen paseo que seguramente repetiré en otra oportunidad y trataré de mirar con mejores ojos. 
Corrección de estilo. Nilda Bouzo

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