domingo, 18 de octubre de 2020

EL MAGUEY-UNA LEYENDA

 

¿Quién fue el primero que descubrió que del centro o del corazón del maguey podía extraerse una sustancia dulce, agradable y embriagadora?

A través de los años, la observación de los pobladores del campo transmite el conocimiento del uso y propiedades de las plantas, entregando la experiencia de padres a hijos, sin poder averiguar a quién se debió la primera información, aunque después los sabios estudien su naturaleza y propiedades. Como ha sucedido con el té, el café, o el tabaco.

El caballero Lorenzo Boturini, que como es sabido reunió una abundante y preciosa colección de mapas y manuscritos antiguos de los mexicanos, dice que el dios Ixquitecatl fue el que inventó el modo de sacar el aguamiel del maguey y que un monarca de los Culhuas que se embriagó en público, para disculpar tan vergonzosa falta, instituyó una fiesta que fue la cuarta movible, en honor de los dioses del vino, y en dicho día se daba licencia general a todos para embriagarse.

 Cualquiera que sea el fundamento de esta interpretación de las pinturas simbólicas de los indios, nos parece más verídica y probable que la que vamos a referir.

Por los años de 1045 a 1050 reinaba en el Imperio de Tollan, el octavo Rey Tolteca llamado Tecpancaltzin. Era un monarca sabio, rígido en sus costumbres, muy amado de sus vasallos, y temido y respetado de sus vecinos y tributarios.   Jamás había cometido falta que empañase su conducta.  Un día, en el décimo año de su reinado, se presentó en su palacio un noble y pariente suyo llamado Papantzin.

Señor, le dijo, mi hija ha descubierto que del centro de las plantas de Metl que tiene en su jardín, brota un licor dulce y aromático. Hemos venido a ofrecer a nuestro rey las primicias de este descubrimiento.

El rey le dio las gracias.   Lo hizo sentar junto a su trono, y ordenó que fuese conducida a su presencia la hija de su noble pariente.

La doncella entró con un tecomatl pintado de color rojo en el cual había algunos presentes y flores, y además otra vasija llena del aguamiel del maguey.

La doncella estaba vestida al uso de las nobles Toltecas, con una túnica de algodón blanca que le bajaba hasta los tobillos, y sobre esa túnica tres pellizas de algodón bordadas de diversos colores. Tenía 16 años, era de ese cutis sedoso y moreno de las hijas de los trópicos, de grandes ojos negros, de cabello abundante, negro y lustroso, de boca fresca, encarnada, franca y graciosa, que encerraba una dentadura más blanca que el marfil. Se llamaba Xóchitl, es decir Flor, y en efecto, no había en todas las campañas de Anáhuac, flor que pudiera compararse a la hermosa hija de Papantzin.

El monarca recibió el presente, gustó el licor y dio las gracias a su noble pariente, pero con un embarazo y turbación tal, que desde luego se notaba que algo pasaba en su alma. Xóchitl por su parte, pudorosa, inocente y casta, bajaba los ojos, el color encendía sus mejillas y sus miradas no se atrevían a encontrarse con las de su Soberano.

Desde este momento su suerte quedó decidida. A los pocos días Tecpancaltzin rogó a su pariente que enviase a su hija con una nueva provisión de aguamiel. Como con esto el soberano hacia honor a la familia, Xóchitl se encaminó al palacio acompañada de su nodriza, y presentó de nuevo algunas vasijas del sabroso licor.

El rey le dijo que una doncella tan noble y tan hermosa debía ser educada y servida como una princesa en la casa real. En consecuencia, la envió a su palacio de Palpan, participando a su pariente esta resolución con la nodriza que regresó sola a la habitación de la doncella.

(continuará)

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario