lunes, 10 de junio de 2019

UN JARDIN MÁGICO.


     No es posible imaginar que en medio de una zona selvática de la Sierra, entre ríos y cascadas, abrazado por las más diversas especies de plantas y flores, exista este jardín.   A poca distancia de Xilitla, por un estrecho camino de piedras, bordeado por viviendas humildes y muchos transeúntes, se encuentra el Jardín Surrealista de Edward James.  Solo nos lo habían mencionado, y en esta ocasión no buscamos referencias, fuimos a conocerlo con todos los sentidos abiertos al descubrimiento.

     Los habitantes del pueblo devenidos custodios del lugar, organizan a los visitantes, que deben dejar estacionado su medio de transporte a buena distancia de la entrada, y continuar caminando hasta la misma
  Alegando problemas de locomoción, nos permitieron seguir en el auto y parqueamos en un terreno cercano al pórtico de acceso.  Era imposible retornar por el estrecho camino, y en ese lugar ya estábamos cerca de otra salida, también pedregosa y zigzagueante.

    En la fila para acceder a la caseta de admisión había más de doscientas personas. El calor húmedo que hacía mucho tiempo no sentíamos, nos tenía la ropa pegada al cuerpo, el sol de la mañana ya avanzada, también quemaba.  Pero nos mantuvimos firmes hasta que llegó nuestro turno para entrar, entretenidos en admirar las ventas de artesanías, de café recién tostado envasado en pequeños sacos de yute, de pullovers con imágenes impresas del lugar, cerámicas, afiches, aguas, refrescos. Un gran tianguis que hacía la espera más llevadera.

     La historia del lugar, de su creador, los mitos y leyendas que circulan alrededor de su figura merecen dedicar tiempo a conocerlo.  Soñador y poeta, millonario y mecenas, vinculado con la realeza británica, horticultor, surrealista que, al decir de Dalí, era el “más surrealista de todos”, Edward Frank Willis James, llega a la zona de Las Pozas en Xilitla, en la década del 40 del siglo XX y decide construir su “Jardín del Edén”.

     Llegar al camino de piedras de la entrada, pasar bajo el arco nombrado “El Anillo de la Reina”, escoltados por las esculturas de siete serpientes erguidas, es viajar por el tiempo y por la mente de alguien que poseía y viajaba con una boa de más de cinco metros de largo, como mascota.

     Nos incorporamos a un grupo con su guía, porque allí puede perderse alguien entre laberintos de puertas que no se abren o que conducen a ningún lugar, escaleras sin pasamanos que se elevan sin llegar, fuentes en forma de ojos, donde el poeta se bañaba cubierto de enormes hojas y rodeado de peces, serpientes de concreto, musgo en las inclinadas escaleras que hacen resbaladizo y difícil el trayecto.  Estrechos pasadizos entre construcciones que no tienen sentido.  Esto es magia.


     Varias veces tuvieron que ayudarme a subir los estrechos y húmedos escalones de las creaciones arquitectónicas hechas sin la intervención reguladora de la razón, como lo describiera en su momento André Breton.

     La vegetación ha invadido muchos de los recintos, el edificio llamado cinematógrafo, y del que se contemplaba la selva potosina, estaba en reparación y tenía limitado el acceso.  El laberinto de pasadizos entre un elemento constructivo y otro va llevando a un paseo de piedras paralelo al río, se oye el ruido del agua de la cascada al caer en las nueve pozas que dan lugar al nombre. Es refrescante sentir las salpicaduras del agua después del agobio del calor, la humedad, la vegetación que quiere abrazarnos.

     No se puede describir y mucho menos imaginar. Es necesario descubrir los rincones y misterios de este mágico y único lugar integrado al esplendor del paisaje de Las Pozas.  “Una casa que vuela, y en la noche canta.”
Fotos de la autora.
Corrección de estilo. Nilda Bouzot.







    



    

   

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