viernes, 18 de enero de 2019

GUADALAJARA-(continuación)





Una vez instalados llamamos por teléfono a la que se convertiría desde ese día, en una buena amiga, que residía en la ciudad y se relacionaba con todos los cubanos que viven, llegan o pasan por la misma, y se había ofrecido a servir de guía. No estaba disponible en ese momento, así que ni cortos ni perezosos “a la calle”.
Cerca del hotel quedaba la Avenida Vallarta, una de las principales vías, con grandes centros comerciales y mucho movimiento.  Salimos a buscar cómo llegar al centro de la ciudad, al Casco Histórico.  Una señora muy atenta nos indicó dónde abordar un “pesero”. Aquí la gente es diferente, más tranquilos y comunicativos,todo es más amplio, más relajado, será el clima, mucho más templado que en el DF.

En una esquina detuvimos un pesero y nos llevó al Centro, el chofer amablemente nos indicó donde estaba la parada de regreso. Antes, en el hotel habíamos terminado de comer las galleticas y jugos del viaje, así que “a caminar”.
Como en la mayoría de las ciudades latinoamericanas hay una iglesia principal o Catedral, de la época de la colonia, una Plaza con su glorieta o “quiosco” como dicen aquí, y las casonas de los principales con portales anchos de pisos de piedra y grandes columnas y arcos. Las plazas siempre tienen una fuente, “que tiene agua”.




Recorrimos la Catedral, espectacular como todas, lujosa, con altares revestidos de oro, órganos de tubos preciosos y todo muy bien conservado.
La casa donde vivió y fundó el gobierno municipal, Benito Juárez, con una inscripción tallada en la fachada de piedra, de su emblemática frase. “EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”.




Todavía funciona como sede gubernamental y permiten la entrada al salón de debates del Parlamento.  Hay en el techo en forma de cúpula un mural de Orozco con las figuras de Hidalgo y demás patriotas mexicanos, que da mareos verlo, parece que se te viene encima.



Es la clásica casa de estilo español con el patio central lleno de macetas y flores. Me recordó al Palacio de los Capitanes Generales en La Habana Vieja.
 En esta zona los cítricos se dan muy bien y en cualquier acera encuentras un árbol con mandarinas o naranjas, dentro de ese patio había naranjas y nadie se las roba, se respeta.



Frente a la Catedral hay una Plaza con una glorieta dedicada a las figuras ilustres y los próceres y un estanquillo para la venta de viajes turísticos por la ciudad en ómnibus de dos pisos los TAPATIO TOUR.
 Hay varios viajes, compramos dos de ellos, uno que va a TLAQUEPAQUE, centro artesanal por excelencia en las afueras y el nocturno que recorre los principales atractivos de la ciudad y termina con una cena tradicional en un restaurante.
El ómnibus lleva música, una guía grabada y el chofer era muy simpático y comunicativo. Ya era tarde y éramos pocos pasajeros.


Llegamos a TLAQUEPAQUE, y es como entrar a Trinidad o Sancti Spíritus, al viejo Camagüey, son pueblos y regiones de la época colonial con una urbanización y unas construcciones parecidas.
Muchos comercios diversos, varias plazuelas con fuentes, y tianguis, más tianguis en la calle vendiendo comidas, artesanías, muchos lugareños sentados en los parques frente a su iglesia mayor, muy pintoresco, muy pueblerino.
Lamentablemente el ómnibus nos dio poco tiempo para conocer el lugar, y había que regresar para el tour nocturno.  Pero para disfrutarlo bien hay que estar el día completo.

El paseo en la noche recorre las calles principales, la Plaza frente a la Catedral es un hervidero de pobladores, vendedores, paseantes, turistas, CALANDRIAS, (carrozas de caballo muy pintadas y adornadas, la carroza y el caballo), llegamos a la fuente de La Minerva, una estatua enorme de la diosa y símbolo de la Ciudad.
Esa noche tenía poca iluminación pues la ciudad estaba incluida en el DIA DEL PLANETA, en el que más de 127 países del mundo y miles de ciudades apagan sus luces entre las 8 y 9:30 para ahorrar electricidad y contribuir al cuidado del medio ambiente. Así todo tenía un poco de iluminación y se pudo apreciar en toda su realeza.
El final del paseo fue en el restaurante, “La Edad de Oro”, muy típico y muy mexicano, y allí empezó la fiesta.
A los turistas nos sentaron en mesas grandes, sirvieron una cantidad de comida para hartarse, refrescos, tequila, y todo acompañado de un Mariachi que no dejó de tocar un repertorio conocido donde todos los instrumentistas eran a su vez cantantes incluyendo a alguien del público que invitaban a desplegar su arte y cualidades.  Muy regional, alegre y familiar.


A la hora de cantar “Las Mañanitas” ofrecieron la canción a todos los que celebraban su cumpleaños, incluyendo a mi yerno que ese día entraba en su cuarta década, y lo celebró en grande.
Ha sido muy buen día y una mejor noche. Al salir, los “peseros” o microbuses solo trabajan hasta las diez de la noche, así que subimos a un taxi que nos llevó hasta el hotel a descansar y estar listos para la jornada siguiente.
CANSADOS PERO CONTENTOS….

(Fotos de la autora)






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