Una vez instalados llamamos por teléfono a la
que se convertiría desde ese día, en una buena amiga, que residía en la ciudad
y se relacionaba con todos los cubanos que viven, llegan o pasan por la misma,
y se había ofrecido a servir de guía. No estaba disponible en ese momento, así
que ni cortos ni perezosos “a la calle”.
Cerca del hotel quedaba la
Avenida Vallarta, una de las principales vías, con grandes centros comerciales
y mucho movimiento. Salimos a buscar
cómo llegar al centro de la ciudad, al Casco Histórico. Una señora muy atenta nos indicó dónde
abordar un “pesero”. Aquí la gente es diferente, más tranquilos y comunicativos,todo es más amplio, más relajado,
será el clima, mucho más templado que en el DF.
En una esquina detuvimos un pesero y
nos llevó al Centro, el chofer amablemente nos indicó donde estaba la parada de
regreso. Antes, en el hotel habíamos terminado de comer las galleticas y jugos
del viaje, así que “a caminar”.
Como en la mayoría de las ciudades
latinoamericanas hay una iglesia principal o Catedral, de la época de la
colonia, una Plaza con su glorieta o “quiosco” como dicen aquí, y las casonas
de los principales con portales anchos de pisos de piedra y grandes columnas y arcos.
Las plazas siempre tienen una fuente, “que tiene agua”.
Recorrimos la Catedral,
espectacular como todas, lujosa, con altares revestidos de oro, órganos de tubos
preciosos y todo muy bien conservado.
La casa donde vivió y fundó el
gobierno municipal, Benito Juárez, con una inscripción tallada en la fachada de
piedra, de su emblemática frase. “EL RESPETO AL DERECHO AJENO ES LA PAZ”.
Todavía funciona como sede
gubernamental y permiten la entrada al salón de debates del Parlamento. Hay en el techo en forma de cúpula un mural
de Orozco con las figuras de Hidalgo y demás patriotas mexicanos, que da mareos
verlo, parece que se te viene encima.
Es la clásica casa de estilo
español con el patio central lleno de macetas y flores. Me recordó al Palacio
de los Capitanes Generales en La Habana Vieja.
En esta zona los cítricos se dan muy bien y en
cualquier acera encuentras un árbol con mandarinas o naranjas, dentro de ese
patio había naranjas y nadie se las roba, se respeta.
Frente a la Catedral hay una Plaza
con una glorieta dedicada a las figuras ilustres y los próceres y un
estanquillo para la venta de viajes turísticos por la ciudad en ómnibus de dos
pisos los TAPATIO TOUR.
Hay varios viajes, compramos dos de ellos, uno
que va a TLAQUEPAQUE, centro artesanal por excelencia en las afueras y el
nocturno que recorre los principales atractivos de la ciudad y termina con una
cena tradicional en un restaurante.
El ómnibus lleva música, una guía
grabada y el chofer era muy simpático y comunicativo. Ya era tarde y éramos
pocos pasajeros.
Llegamos a TLAQUEPAQUE, y es como
entrar a Trinidad o Sancti Spíritus, al viejo Camagüey, son pueblos y regiones
de la época colonial con una urbanización y unas construcciones parecidas.
Muchos comercios diversos, varias
plazuelas con fuentes, y tianguis, más tianguis en la calle vendiendo comidas,
artesanías, muchos lugareños sentados en los parques frente a su iglesia mayor,
muy pintoresco, muy pueblerino.
Lamentablemente el ómnibus nos dio
poco tiempo para conocer el lugar, y había que regresar para el tour
nocturno. Pero para disfrutarlo bien hay
que estar el día completo.
El paseo en la noche recorre las
calles principales, la Plaza frente a la Catedral es un hervidero de
pobladores, vendedores, paseantes, turistas, CALANDRIAS, (carrozas de caballo
muy pintadas y adornadas, la carroza y el caballo), llegamos a la fuente de La
Minerva, una estatua enorme de la diosa y símbolo de la Ciudad.
Esa noche tenía poca iluminación
pues la ciudad estaba incluida en el DIA DEL PLANETA, en el que más de 127
países del mundo y miles de ciudades apagan sus luces entre las 8 y 9:30 para
ahorrar electricidad y contribuir al cuidado del medio ambiente. Así todo tenía
un poco de iluminación y se pudo apreciar en toda su realeza.
El final del paseo fue en el
restaurante, “La Edad de Oro”, muy típico y muy mexicano, y allí empezó la
fiesta.
A los turistas nos sentaron en
mesas grandes, sirvieron una cantidad de comida para hartarse, refrescos,
tequila, y todo acompañado de un Mariachi que no dejó de tocar un repertorio
conocido donde todos los instrumentistas eran a su vez cantantes incluyendo a
alguien del público que invitaban a desplegar su arte y cualidades. Muy regional, alegre y familiar.
A la hora de cantar “Las Mañanitas”
ofrecieron la canción a todos los que celebraban su cumpleaños, incluyendo a mi
yerno que ese día entraba en su cuarta década, y lo celebró en grande.
Ha sido muy buen día y una mejor
noche. Al salir, los “peseros” o microbuses solo trabajan hasta las diez de la
noche, así que subimos a un taxi que nos llevó hasta el hotel a descansar y
estar listos para la jornada siguiente.
CANSADOS PERO CONTENTOS….
(Fotos de la autora)
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