Los
pobladores originales de este Pueblo Mágico se concentraban en Taxco El Viejo,
a 12 kilómetros de la cabecera municipal. Esta comunidad estuvo habitada por
matlazincas, chontales y tlahuicas provenientes del vecino Estado de México,
que fueron llevados por el rey tlatoani Ahuizotl para colonizar la región.
Después
de cerca de un siglo rindiendo tributo a Tenochtitlán, el sitio originalmente
conocido como Tetelcingo fue conquistado por una partida de soldados enviados
por Hernán Cortés, que iban en busca de estaño para mezclarlo con cobre y
construir cañones. Al descubrir que el blanco metal era en realidad plata, el
conquistador ordenó otra partida para explorar más a fondo.
Fue
así como los colonos españoles comenzaron a levantar una nueva población, a varios
kilómetros de la aldea indígena. Por la escasa infraestructura para la
explotación minera, durante más de 200 años Taxco continuó como una población
más en el camino real, pero en el siglo XVIII los españoles Francisco y José De
La Borda se instalaron en la zona para trabajar las minas de Pedregal, Coyote,
San Ignacio y Cerro Perdido.
http://www.pueblosmexico.com.mx/
Un
sábado viajamos a conocer Taxco, uno de los bien llamados “pueblos mágicos” de
México. Literalmente “colgado” de los cerros en los que los colonizadores
llenaron sus arcas españolas de oro y plata, hasta agotarlas.
Una
población semi indígena vive del comercio de la artesanía de plata y del
turismo.
Hay
algo más de dos horas de viaje desde el DF por la autopista que conduce a Acapulco,
con curvas impresionantes en un trayecto entre montañas cortadas por la
carretera, valles inmensos donde se ven poblados aislados y un paisaje imponente.
A varios
kilómetros, nos desviamos a una carretera más estrecha, de solo dos vías, con
plantas de buganvilias de varios colores sembradas a ambos lados y con peores
curvas, por tramos hay una pared de rocas a un lado y un abismo al otro, hay
que ir con el cinturón de seguridad bien pero bien sujeto.
La
entrada al poblado semeja una postal, está asentado en las faldas de cerros y
montañas, en uno de ellos hay un hotel que tiene como acceso una calle casi
vertical y un teleférico.
En
la cima de uno de los cerros hay una enorme y visible estatua del Cristo. ¿Cómo
llegaron allí? A saber…
Las
calles son callejones de piedras de no más de 2 metros de ancho, con Tianguis a
un lado y a otro, con poco espacio libre para caminar.
Venden
joyas, bisuterías, objetos utilitarios, estatuillas, cuadros, todo de plata, en
cantidades apreciables, con una variedad de diseños que cuesta elegir el mejor
o más bonito porque todos tienen su valor artístico y comercial.
Instalan mesas en cualquier lugar, dentro de
garajes, en la calle, en sótanos, y por esos callejones, cientos de
transeúntes, autos pequeños, los llamados “bochos”, cuatrimotos, motos, taxis,
turistas, nativos, ventas de comidas, ropas, zapatos, de locura, subes y bajas
escaleras talladas en la roca en calles que tienen pasamanos para aguantarse, por
lo inclinadas que son.
Si
en la ciudad en cada metro cuadrado hay alguien vendiendo, aquí es en cada
centímetro.
Almorzamos
en “Tía Calla” una “pozolería, también en un sótano, llena de comensales, muy
recomendada y efectivamente, riquísimo todo lo que ofertan, hasta arroz con
leche había de postre.
En
la plaza del pueblo está la huella colonizadora, la casa de gobierno, la
glorieta o “quiosco” el parque bordeado de árboles y asientos para descansar a
la sombra y señoreando el lugar la parroquia de Santa Prisca.
Dedicada a la Inmaculada
Concepción y bajo la tutela de Santa Prisca, tanto en su magnífica fachada como
en sus bellos interiores está considerada una de las mejores y más
extraordinarias muestras del estilo churrigueresco mexicano, altares revestidos
en oro, un órgano monumental que es difícil de encontrar en alguna otra
parte del mundo, que consta de 250 flautas con mil voces construído en Taxco
con piezas provenientes de Europa la hacen una de las construcciones religiosas más
bellas e impactantes de México.
Se cuenta que su construcción se
debió a la petición que don José de la Borda hizo al Arzobispado de México para
que se le permitiese edificar una iglesia en el mismo sitio en donde se
encontraba la antigua parroquia de Taxco, con el objetivo de procurarle un
templo a su hijo que estaba en vías de ordenarse sacerdote.
La leyenda de Santa Prisca es una
de las tantas que hacen de la cultura mexicana en sus relatos y tradiciones una
mezcla de dioses y hombres, vale la pena buscarla y leerla.
Regresamos antes de la caída del
sol, para evitar la noche en tan tortuosa carretera, con el sabor de un lindo
viaje, un interesante lugar y un anillo de plata y marquesita como recuerdo.
(Fotos de la autora)
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