En las vacaciones del verano, a
finales del mes de julio del año 2010, nos dispusimos a conocer las maravillas de
algunas de las regiones de la Cultura Maya, porque es imposible en una semana
recorrerlas todas.
Con otra familia de amigos, se
rentó una camioneta de catorce plazas. Éramos
cuatro adultos mayores ,cinco adultos y tres niños. Seis mexicanos y seis cubanos.
Partimos bien temprano en la
mañana del 24 de julio, rumbo sureste, hacia el Mar Caribe. En el DF caía una
fina llovizna y había frío. Llevamos un maletín o bulto por cada uno por lo que
la parte trasera de la camioneta iba “repleta”, aparte, colchón inflable,
juegos de mesa, laptops de los chicos, nevera para agua, comida para el viaje,
abrigos que no usamos, y el equipaje se fue incrementando a medida que íbamos parando,
comprando suministros y llenando bolsas o jabitas con ropa usada y
zapatos…llegó el momento que los bultos ocupaban casi la mitad.
Entrando en el estado de Puebla,
hay una zona de mucha niebla y ese día no se veía casi nada, la autopista una
curva tras otra, estuvo muy peligrosa.
En esta región ya comienzan a
verse sembrados a ambos lados de la carretera. La vegetación está verde, llana,
hay mucho maíz o ELOTE, el alimento básico de la cocina mexicana. Ricas son las
mazorcas de elote tierno hervidas con mayonesa o salsas picantes.
Hay tramos en que parece que se
recorre una carretera cubana, atravesando sembrados, casas de campesinos con el
ganado pastando cerca, techos de guano y cercas hechas de piñón y alambres de
púas, tan característico de los cercados en los campos cubanos.
La zona suroeste, donde
predominan los cerros, y que atraviesa la Sierra Madre, tiene un paisaje mucho
más agreste, más gris, esta ruta es más verde, más tropical.
Comienzan las señalizaciones de
los poblados con unos nombres que cuesta pronunciar. Acatzingo, Coatzacoalcos, Cosamaloapan,
y los que no pude anotar por la velocidad a la que nuestro amigo conductor nos
tenía acostumbrados.
Los niños felices, jugaron con la
laptop hasta que se terminó la batería, luego la guardaron y fue un bulto más,
no la utilizaron.
Los amigos mexicanos de mayor
edad, callados, en la misma posición, tranquilos, no se parecen a los viajeros
cubanos que hablan, se mueven, comen, toman agua…
A mediodía paramos en uno de los
tantos puestos de comidas y café que hay en el recorrido, allí por primera vez
tomé un buen CAFÉ EXPRESO.
El próximo pueblo o ciudad era
Orizaba ya en el estado de Veracruz, pasamos Coatzacoalcos que es una ciudad y
uno de los puertos más importantes del sur de México, junto al río que lleva el
mismo nombre. Coatzacoalcos significa en náhuatl ‘lugar donde se esconde la
serpiente’ y como a las dos de la tarde paramos en una cafetería en la
carretera, nombrada “La Tinaja”.
Allí sentimos el cambio de clima,
todo era más lento, como en el trópico que por naturaleza el “ritmo” es más
suave.
Para un bocadito y unos jugos
estuvimos más de cuarenta y cinco minutos esperando, la camarera le pedía
permiso a un pié para mover el otro, y éramos los únicos comensales.
Ya hay diferencias, había moscas,
humedad, calor, en el DF cualquier servicio es muy rápido en todos los
establecimientos. Será el frío.
Continuamos viaje Cosamaloapan-Coatzacoalcos,
en las orillas hay vendedores a orillas de la carretera que ofertan piñas,como las prefiera, enteras, en jugo, en ruedas, muy refrescantes y jugosas.
Las variedades que se venden por esta zona
no “pican”, son dulces.
Aquí la carretera es recta, en
buen estado, los sembrados a ambos lados de caña de azúcar, piña, cítricos, los
pastos altos, el ganado se ve bien alimentado.
Acayucan, Cosoleacaque, Villa
Hermosa, son algunos de los nombres que se leen en las señalizaciones. El
límite entre el estado de Veracruz y el de Tabasco lo determina el río Tonalá,
con un espectacular puente elevado y un monumento que representa a dos hombres
desnudos dándose la mano, con un bonito mirador.
Ahí llegamos casi a las seis de
la tarde, como doce horas de viaje, la ciudad de Cárdenas la bordeamos a las
siete, Villa Hermosa, capital de Tabasco con su río Grijalba a las ocho de la
noche y a las ocho y treinta de la noche al límite con Chiapas.
La primera escala sería en el
pueblo de Palenque, a 23 kilómetros de la carretera y la primera Zona
Arqueológica a visitar.
A las diez de la noche
encontramos alojamiento en un hotelito limítrofe con la selva. De ahora en lo
adelante convivimos con la jungla mexicana.
Solo había tres habitaciones, la nuestra con una cama King y el colchón
inflable nos acomodamos, tenía aire acondicionado, baño, en fin, buenísima.
El hotelito son varios bloques
pequeños de mampostería y algunas cabañitas de madera en el límite de la selva,
muy tranquilo. Tienen un ranchón donde sirven desayunos, una pequeña alberca o
piscina para refrescar y jardines muy verdes y cuidados. Y la visita de monos
aulladores en la tarde, que acostumbran llegar a las áreas cercanas para buscar comida.
El calor y la humedad nos
sorprendió después de tantos meses con frío, y un clima seco, aquí estamos a 80
o 100 metros sobre el nivel del mar, en el DF a 2,200, y se nota la diferencia.
Los más jóvenes fueron a un
poblado cercano y compraron abastecimientos, comimos en las habitaciones y a
descansar…qué alivio, ¡¡al fin!!
Estuvimos 13 horas en la
carretera, y 16 desde que nos levantamos, mañana bien temprano saldremos para la
Zona Arqueológica y ahí comenzará la aventura.
Pero ahora… a dormir.
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