domingo, 17 de febrero de 2019

VIAJE A LA RIVIERA MAYA

En las vacaciones del verano, a finales del mes de julio del año 2010, nos dispusimos a conocer las maravillas de algunas de las regiones de la Cultura Maya, porque es imposible en una semana recorrerlas todas.
Con otra familia de amigos, se rentó una camioneta de catorce plazas. Éramos  cuatro adultos mayores ,cinco adultos y tres niños.  Seis mexicanos y seis cubanos.

Partimos bien temprano en la mañana del 24 de julio, rumbo sureste, hacia el Mar Caribe. En el DF caía una fina llovizna y había frío. Llevamos un maletín o bulto por cada uno por lo que la parte trasera de la camioneta iba “repleta”, aparte, colchón inflable, juegos de mesa, laptops de los chicos, nevera para agua, comida para el viaje, abrigos que no usamos, y el equipaje se fue incrementando a medida que íbamos parando, comprando suministros y llenando bolsas o jabitas con ropa usada y zapatos…llegó el momento que los bultos ocupaban casi la mitad.
Entrando en el estado de Puebla, hay una zona de mucha niebla y ese día no se veía casi nada, la autopista una curva tras otra, estuvo muy peligrosa.
En esta región ya comienzan a verse sembrados a ambos lados de la carretera. La vegetación está verde, llana, hay mucho maíz o ELOTE, el alimento básico de la cocina mexicana. Ricas son las mazorcas de elote tierno hervidas con mayonesa o salsas picantes.
Hay tramos en que parece que se recorre una carretera cubana, atravesando sembrados, casas de campesinos con el ganado pastando cerca, techos de guano y cercas hechas de piñón y alambres de púas, tan característico de los cercados en los campos cubanos.
La zona suroeste, donde predominan los cerros, y que atraviesa la Sierra Madre, tiene un paisaje mucho más agreste, más gris, esta ruta es más verde, más tropical.
Comienzan las señalizaciones de los poblados con unos nombres que cuesta pronunciar. Acatzingo, Coatzacoalcos, Cosamaloapan, y los que no pude anotar por la velocidad a la que nuestro amigo conductor nos tenía acostumbrados.
Los niños felices, jugaron con la laptop hasta que se terminó la batería, luego la guardaron y fue un bulto más, no la utilizaron.
Los amigos mexicanos de mayor edad, callados, en la misma posición, tranquilos, no se parecen a los viajeros cubanos que hablan, se mueven, comen, toman agua…
A mediodía paramos en uno de los tantos puestos de comidas y café que hay en el recorrido, allí por primera vez tomé un buen CAFÉ EXPRESO.
El próximo pueblo o ciudad era Orizaba ya en el estado de Veracruz, pasamos Coatzacoalcos que es una ciudad y uno de los puertos más importantes del sur de México, junto al río que lleva el mismo nombre. Coatzacoalcos significa en náhuatl ‘lugar donde se esconde la serpiente’ y como a las dos de la tarde paramos en una cafetería en la carretera, nombrada “La Tinaja”.
Allí sentimos el cambio de clima, todo era más lento, como en el trópico que por naturaleza el “ritmo” es más suave.
Para un bocadito y unos jugos estuvimos más de cuarenta y cinco minutos esperando, la camarera le pedía permiso a un pié para mover el otro, y éramos los únicos comensales.
Ya hay diferencias, había moscas, humedad, calor, en el DF cualquier servicio es muy rápido en todos los establecimientos. Será el frío.
 Continuamos viaje Cosamaloapan-Coatzacoalcos, en las orillas hay vendedores a orillas de la carretera que ofertan piñas,como las prefiera, enteras, en jugo, en ruedas, muy refrescantes y jugosas.
Las variedades que se venden por esta zona no “pican”, son dulces.
Aquí la carretera es recta, en buen estado, los sembrados a ambos lados de caña de azúcar, piña, cítricos, los pastos altos, el ganado se ve bien alimentado.
Acayucan, Cosoleacaque, Villa Hermosa, son algunos de los nombres que se leen en las señalizaciones. El límite entre el estado de Veracruz y el de Tabasco lo determina el río Tonalá, con un espectacular puente elevado y un monumento que representa a dos hombres desnudos dándose la mano, con un bonito mirador.
Ahí llegamos casi a las seis de la tarde, como doce horas de viaje, la ciudad de Cárdenas la bordeamos a las siete, Villa Hermosa, capital de Tabasco con su río Grijalba a las ocho de la noche y a las ocho y treinta de la noche al límite con Chiapas.
La primera escala sería en el pueblo de Palenque, a 23 kilómetros de la carretera y la primera Zona Arqueológica a visitar.
A las diez de la noche encontramos alojamiento en un hotelito limítrofe con la selva. De ahora en lo adelante convivimos con la jungla mexicana.  Solo había tres habitaciones, la nuestra con una cama King y el colchón inflable nos acomodamos, tenía aire acondicionado, baño, en fin, buenísima.
El hotelito son varios bloques pequeños de mampostería y algunas cabañitas de madera en el límite de la selva, muy tranquilo. Tienen un ranchón donde sirven desayunos, una pequeña alberca o piscina para refrescar y jardines muy verdes y cuidados. Y la visita de monos aulladores en la tarde, que acostumbran llegar a las áreas cercanas  para buscar comida.
El calor y la humedad nos sorprendió después de tantos meses con frío, y un clima seco, aquí estamos a 80 o 100 metros sobre el nivel del mar, en el DF a 2,200, y se nota la diferencia.
Los más jóvenes fueron a un poblado cercano y compraron abastecimientos, comimos en las habitaciones y a descansar…qué alivio, ¡¡al fin!!
Estuvimos 13 horas en la carretera, y 16 desde que nos levantamos, mañana bien temprano saldremos para la Zona Arqueológica y ahí comenzará la aventura.
Pero ahora… a dormir.




No hay comentarios:

Publicar un comentario