domingo, 19 de mayo de 2019

DESIERTO DE LOS LEONES


     Los paseos al Parque Nacional Desierto de los Leones, o como era llamado antiguamente, “El Desierto de Nuestra Señora del Carmen en los Montes de Santa Fe”, también los hemos disfrutado en grupo.   Aprovechamos las visitas de familiares o amigos para que conozcan el lugar y gustar de un día de campismo en un sitio plagado de historia y naturaleza.
     El primer viaje lo hicimos en el mes de diciembre.  Recorrimos en automóvil los 32 kilómetros que lo separan de la ciudad, y llegando al paraje transitamos por una carretera bordeada por varias especies de pinos, abundante vegetación, quebradas, saltos de agua, senderos para los que gustan caminar. Muy diferente a lo que conocemos como “desierto”.   Ese día se sentía un frío de esos que “pela” como decimos los cubanos y al que no estamos acostumbrados en nuestro tropical invierno.  Había escarcha en el suelo y en las ramas de los pinos.   A ambos lados del camino hay hornos preparados y bancos rústicos para que los visitantes cocinen sus propios alimentos y recreen su día de campo. 

     La paz y tranquilidad de lo aislado del lugar, invitó a la Orden de los Carmelitas Descalzos a establecer su retiro de oración y meditación en este paraje, y se fundó el primer convento de México a principios del siglo XVII. 

     A principios del Siglo XX fue declarado Parque Nacional, estando muy ligado al desarrollo de la ciudad debido a que sus manantiales eran fundamentales para suministrar agua por medio del acueducto a la creciente población citadina.  Aún se conservan los sistemas de recolección y distribución del preciado líquido a través de canales hechos en la piedra y que por gravedad llenaban los depósitos y cisternas que abastecían al monasterio y a los habitantes de la zona.
     Además de ser un paraje de turismo ecológico, es uno de los principales “pulmones” de la Ciudad de México.
     Existen dos versiones sobre el origen del nombre.  Una de ellas refiere que en el lugar habitaba el gato montés, también llamado león americano.  La segunda versión, procede del apellido de los dueños de las tierras y representantes de los Carmelitas ante la Corona Española, los hermanos León.  Igualmente, se le denominó “desierto” debido a la tranquilidad, lejanía y paz observada por los religiosos.
     Alrededor del año 1801 la orden religiosa abandonó el convento.  El clima frío de la zona lo convertía en un lugar prácticamente inhabitable.  El crecimiento poblacional atrajo cada vez a más visitantes, poniendo en riesgo el voto de silencio de los monjes. Y el más importante, las disputas por el terreno entre diferentes familias que reclamaban ser los dueños.
    Hasta su proclamación como Parque Nacional, las instalaciones fueron utilizadas con objetivos diferentes, sin embargo, las construcciones se han mantenido en buen estado a pesar del tiempo y el uso indiscriminado.  Edificaciones de piedra que han resistido el paso del tiempo. Puertas de antiguas maderas y forja por las que entraban y salían silenciosamente los frailes, hoy son franqueadas por jóvenes novias que deciden celebrar su matrimonio en la capilla del convento.  Senderos para los caminantes que atraviesan los bosques de pinos y jardines en los que se pierde la vista, ofrecen un día de relajación total.
    Luego de recorrer lo que otrora fue un santuario de retiro y oración, y que hoy, muy bien conservado, es un parque ecológico y turístico, bajamos de nuevo por la carretera hasta uno de los hornos de piedra, para cocinar las carnitas y botanas que llevamos, que tanto caminar y tanto aire puro abren el apetito.   Los más expertos encendieron el fuego con ramas secas recogidas en los alrededores, y aunque se autotitularon conocedores, el humo no nos dejaba respirar.  Asamos carnitas, pechugas de pollo, nopales, cebollitas y todos muy juntitos alrededor del fuego para calentarnos. 

Abrigos y gorros como vestimenta, y el calor de los amigos y familiares lograron que el día transcurriera sin darnos cuenta.  Ya al atardecer, cuando el sol se fue enfriando, tuvimos que recoger el campamento.  Había un fríooooo…como el que hizo que los monjes trasladaran su convento siglos atrás.  Volveremos en verano.
 Fotos de la autora.
Corrección de estilo. Nilda Bouzot


    
   

    

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