lunes, 6 de mayo de 2019

XOCHIMILCO (Lugar donde crecen las flores)


.   Al sur de la Ciudad de México, entre flores, canales, chinampas y trajineras, está Xochimilco.  Este lugar fue poblado desde el siglo X por la tribu de los xochimilcas y desde entonces recibe a los visitantes con la alegría del color y la frescura de sus aguas.  

   Una chinampa (del náhuatl chinamitl, seto o cerca de cañas) es un método mesoamericano antiguo de agricultura y expansión territorial que, a través de una especie de balsas cubiertas con tierra, sirvieron para cultivar flores y verduras, así como para ampliar el territorio en la superficie de lagos y lagunas. Declaradas Patrimonio Cultural de la Humanidad desde 1987. La llamada “trajinera” es un tipo de barcaza que alquilan para navegar por los canales.


    En verano y en invierno, solos, o con familiares y amigos, cada año compartimos un día de descanso y solaz entre jardines y paseos, y siempre la experiencia es diferente y muy placentera.

    La primera vez que fuimos, era invierno, había frío y el recorrido se limitó a los múltiples viveros y ventas de plantas y flores que son famosas por su exuberancia y color.  Como es una región totalmente lacustre, parte de uno de los cinco lagos donde estaba asentada la histórica Tenochtitlán, el verde de las hojas es intenso, los colores de las flores estallan, y creo que no hay una sola especie de la flora que no se logre en estas fértiles tierras.


     
  Relatan las crónicas que algunos de los emperadores aztecas gustaban pasar un día de campo en esta región, para relajarse.  Por lo que, siguiendo la ancestral costumbre, a pocos meses de nuestra primera visita disfrutamos un día de verano, transportados al pasado, en un paseo con los amigos y familiares.  Siempre en grupos, porque se renta la embarcación y cobra lo mismo por dos que por veinte, aparte de que es mucho más divertido.

     Las áreas destinadas a los estacionamientos de autos, las ventas de comidas, los tianguis donde los artesanos muestran y venden diversidad de objetos, todos con una calidad y belleza dignas de los mejores mercados, están asfaltadas.   Pero como diría el personaje Cantinflas. “no más un tantito así” … ya es agua.


     Barcazas o embarcaciones de fondo plano, hechas con tablones de madera, impermeabilizadas con chapopote, con capacidad para unas 25 personas, son las famosas y folklóricas trajineras de Xochimilco. Con la forma actual evolucionada, han servido para lo mismo desde tiempos inmemoriales: el transporte de mercancías y personas a través de los canales y lagos que formaban la antigua ciudad. 

     Alineadas a la orilla, a los pies de las escalinatas que descienden hasta el agua, las trajineras muestran coloridos dibujos, todas tienen nombres de mujer, con su remero o mejor dicho “operador de pértiga” proponiendo a los visitantes las virtudes de su embarcación, para que lo elijan. Es difícil escoger la más bonita. 

     Una de las veces que hicimos la travesía, escogimos la lancha de un joven marinero de agua dulce que nos salió al paso ofreciendo “la mejor opción”.  En determinadas épocas del año es difícil llegar y encontrar una vacía.  El paseo dura alrededor de dos horas, que es lo que generalmente se contrata, y solo da tiempo para los canales principales.  Cada trajinera está provista de techo para protegerse del sol, una larga mesa de madera con asientos rústicos y bancos en los costados para ir sentado y contemplar el agua, las orillas y las decenas de barcas que chocan y se atraviesan en el camino, situación que al principio no nos pareció tan divertido… hasta que nos acostumbramos, y confiamos en la habilidad del timonel. 


    
  Antes de abordar compramos suficientes botanas o chucherías para pasar el día. Carnitas, refrescos, cervezas, chicharrones, papitas, tortillas y guacamoles abarrotan los múltiples negocios de ventas de comidas que existen.

     El patrón impulsa la trajinera con una larga pértiga que apoya en el fondo del canal. Con inclinaciones bien coordinadas de su cuerpo esquiva los posibles choques con otras muchas lanchas, y lleva a los pasajeros a los lugares de interés que ya han señalizado como atractivos.  Con lento movimiento, la embarcación se desliza sobre el agua.  Hay aire fresco, y aunque el color de los que otrora fueran embalses cristalinos es ahora turbio, aún es el hábitat del ajolote, una especie de anfibio endémico del sistema lacustre mexicano que ya está declarado en peligro de extinción por la contaminación de las aguas donde vive.

     A pocos minutos de iniciado el paseo, se une a nuestra trajinera otra más pequeña, donde un conjunto de mariachis ofrece música mientras le estén solicitando y pagando. El ambiente relajado y alegre del lugar estimula a que todos acompañemos las canciones, y los más jóvenes bailan guardando el equilibrio.  Un dúo de virtuosos intérpretes de marimbas también se une al festejo.  Embarcaciones con novias que celebran su boda, familias con niños y el perro, adultos y jóvenes, todos son bienvenidos a la recreación.



   Durante dos horas se navega por los canales, se visitan interesantes viveros, incluyendo uno donde reproducen plantas carnívoras, la Isla de las Muñecas, un lugar que el ideario popular ha vuelto misterioso, y si fuera necesario ir al sanitario, también muy cerca de las orillas ofrecen lugares limpios y cuidados. Canoas fabricadas a la usanza de los pobladores antiguos sirven para transportar a vendedores de mazorcas de elote (maíz) asado untadas de mayonesa o mantequilla.  Flores, mantas tejidas, sarapes o jorongos, y hasta joyas de fantasía ofertan en medio del canal.

     Nos sentimos monarcas del tiempo contemplando y sintiendo correr tanta historia con cada oleada.  ¿Cuántas veces una canoa repleta de productos agrícolas, de los sembrados y recolectados en las chinampas que formaron estas tierras, navegaron hasta los grandes palacios y templos llevando su mercancía?  ¿Cuántas veces los grandes emperadores aztecas habrán disfrutado de las aguas, que hoy turbias y contaminadas por la civilización, aún se empeñan en ir y venir?   Esperemos que la comercialización y el asfalto no invadan las chinampas, y el agua no se torne lodo.



Fotos de la autora.
Corrección de estilo. Nilda Bouzot







    

















    

          






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