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Al sur de la Ciudad de México, entre
flores, canales, chinampas y trajineras, está Xochimilco. Este lugar fue poblado desde el siglo X por la
tribu de los xochimilcas y desde entonces recibe a los visitantes con la
alegría del color y la frescura de sus aguas.
Una chinampa (del náhuatl chinamitl, seto o cerca de
cañas) es un método mesoamericano antiguo de agricultura y expansión
territorial que, a través de una especie de balsas cubiertas con tierra,
sirvieron para cultivar flores y verduras, así como para ampliar el territorio
en la superficie de lagos y lagunas. Declaradas Patrimonio Cultural de la
Humanidad desde 1987. La llamada “trajinera” es un tipo de barcaza que alquilan
para navegar por los canales.
En verano y en invierno, solos, o con
familiares y amigos, cada año compartimos un día de descanso y solaz entre
jardines y paseos, y siempre la experiencia es diferente y muy placentera.
La primera vez que fuimos, era invierno,
había frío y el recorrido se limitó a los múltiples viveros y ventas de plantas
y flores que son famosas por su exuberancia y color. Como es una región totalmente lacustre, parte
de uno de los cinco lagos donde estaba asentada la histórica Tenochtitlán, el
verde de las hojas es intenso, los colores de las flores estallan, y creo que
no hay una sola especie de la flora que no se logre en estas fértiles tierras.
Relatan las
crónicas que algunos de los emperadores aztecas gustaban pasar un día de campo
en esta región, para relajarse. Por lo que,
siguiendo la ancestral costumbre, a pocos meses de nuestra primera visita disfrutamos
un día de verano, transportados al pasado, en un paseo con los amigos y
familiares. Siempre en grupos, porque se
renta la embarcación y cobra lo mismo por dos que por veinte, aparte de que es
mucho más divertido.
Las áreas
destinadas a los estacionamientos de autos, las ventas de comidas, los tianguis
donde los artesanos muestran y venden diversidad de objetos, todos con una
calidad y belleza dignas de los mejores mercados, están asfaltadas. Pero como diría el personaje Cantinflas. “no
más un tantito así” … ya es agua.
Barcazas o
embarcaciones de fondo plano, hechas con tablones de madera, impermeabilizadas
con chapopote, con capacidad para
unas 25 personas, son las famosas y folklóricas trajineras de Xochimilco. Con
la forma actual evolucionada, han servido para lo mismo desde tiempos
inmemoriales: el transporte de mercancías y personas a través de los canales y
lagos que formaban la antigua ciudad.
Alineadas a la
orilla, a los pies de las escalinatas que descienden hasta el agua, las
trajineras muestran coloridos dibujos, todas tienen nombres de mujer, con su
remero o mejor dicho “operador de pértiga” proponiendo a los visitantes las
virtudes de su embarcación, para que lo elijan. Es difícil escoger la más
bonita.
Una de las
veces que hicimos la travesía, escogimos la lancha de un joven marinero de agua
dulce que nos salió al paso ofreciendo “la mejor opción”. En determinadas épocas del año es difícil
llegar y encontrar una vacía. El paseo
dura alrededor de dos horas, que es lo que generalmente se contrata, y solo da
tiempo para los canales principales.
Cada trajinera está provista de techo para protegerse del sol, una larga
mesa de madera con asientos rústicos y bancos en los costados para ir sentado y
contemplar el agua, las orillas y las decenas de barcas que chocan y se
atraviesan en el camino, situación que al principio no nos pareció tan
divertido… hasta que nos acostumbramos, y confiamos en la habilidad del
timonel.
Antes de
abordar compramos suficientes botanas o chucherías para pasar el día. Carnitas,
refrescos, cervezas, chicharrones, papitas, tortillas y guacamoles abarrotan los
múltiples negocios de ventas de comidas que existen.
El patrón
impulsa la trajinera con una larga pértiga que apoya en el fondo del canal. Con
inclinaciones bien coordinadas de su cuerpo esquiva los posibles choques con
otras muchas lanchas, y lleva a los pasajeros a los lugares de interés que ya
han señalizado como atractivos. Con lento
movimiento, la embarcación se desliza sobre el agua. Hay aire fresco, y aunque el color de los que
otrora fueran embalses cristalinos es ahora turbio, aún es el hábitat del ajolote, una especie de anfibio endémico
del sistema lacustre mexicano que ya está declarado en peligro de extinción por
la contaminación de las aguas donde vive.
A pocos
minutos de iniciado el paseo, se une a nuestra trajinera otra más pequeña,
donde un conjunto de mariachis ofrece música mientras le estén solicitando y
pagando. El ambiente relajado y alegre del lugar estimula a que todos
acompañemos las canciones, y los más jóvenes bailan guardando el
equilibrio. Un dúo de virtuosos
intérpretes de marimbas también se une al festejo. Embarcaciones con novias que celebran su
boda, familias con niños y el perro, adultos y jóvenes, todos son bienvenidos a
la recreación.
Durante dos
horas se navega por los canales, se visitan interesantes viveros, incluyendo
uno donde reproducen plantas carnívoras, la Isla de las Muñecas, un lugar que
el ideario popular ha vuelto misterioso, y si fuera necesario ir al sanitario,
también muy cerca de las orillas ofrecen lugares limpios y cuidados. Canoas
fabricadas a la usanza de los pobladores antiguos sirven para transportar a
vendedores de mazorcas de elote (maíz) asado untadas de mayonesa o mantequilla.
Flores, mantas tejidas, sarapes o
jorongos, y hasta joyas de fantasía ofertan en medio del canal.
Nos sentimos
monarcas del tiempo contemplando y sintiendo correr tanta historia con cada
oleada. ¿Cuántas veces una canoa repleta
de productos agrícolas, de los sembrados y recolectados en las chinampas que
formaron estas tierras, navegaron hasta los grandes palacios y templos llevando
su mercancía? ¿Cuántas veces los grandes
emperadores aztecas habrán disfrutado de las aguas, que hoy turbias y
contaminadas por la civilización, aún se empeñan en ir y venir? Esperemos
que la comercialización y el asfalto no invadan las chinampas, y el agua no se
torne lodo.
Fotos de la autora.
Corrección de estilo. Nilda Bouzot
Corrección de estilo. Nilda Bouzot
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