miércoles, 1 de mayo de 2019

COYOACAN. (cóyotl -hua -can ')




 La primera vez que visité Coyoacán, uno de los barrios mágicos de la Ciudad de México, no pude apreciar ni su belleza, ni su ambiente.  Era de noche, y caminar por calles antiguas, estrechas, de piedra y adoquines muchas de ellas, solo me permitía mirar al suelo para evitar un traspié.  El recuerdo de esa primera visita al lugar lo tengo en la memoria olfativa, el olor a churros rellenos de natillas de diferentes sabores, y de café recién tostado que venden en las calles.
En otra oportunidad, ya de día y con tiempo, se mostró como lo que es, el lugar donde Hernán Cortés, fascinado por el encanto de sus jardines, huertos y sembradíos, estableció el gobierno de la Nueva España.    Es una de las dieciséis Delegaciones(Municipios) del Distrito Federal. Su nombre de origen náhuatl puede traducirse como Lugar de los dueños de coyotes o Tierra de coyotes, y así lo afirma una enorme fuente con la estatua de dos ejemplares de estos cánidos, que refresca   el caluroso día. 
Artistas e intelectuales poblaron las haciendas, ranchos y casas coloniales que luego se convirtieron en museos, galerías, centros de cultura, y librerías, que mantienen en la zona un epicentro del arte y la cultura de la ciudad.
Poblada con residencias coloniales que son rentadas o vendidas a precios muy elevados, por su alto valor arquitectónico e histórico, y zonas verdes de gran valía patrimonial como la Ciudad Universitaria o los Viveros donde también hemos caminado bajo los frondosos árboles que dan oxígeno a esta contaminada ciudad, siempre acompañados por la población de ardillas que salen al encuentro de los paseantes para que les ofrezcan qué comer.  No puede faltar un paquete de cacahuates, en el paseo, porque de seguro nos van a pedir.
Este entorno de historia, reliquias, vendedores callejeros de churros, famosos en el lugar, esquinas con olor a café recién tostado, un centro artesanal donde los creadores muestran y venden sus obras…hacen de Coyoacán un sitio especial para caminar, conversar en un café, un bar o restaurant, visitar sus museos y teatros, o degustar la cocina tradicional, y comprar artesanías.
 La Plaza Central, donde está ubicada la iglesia y el convento de San Juan Bautista, construida en el siglo XVI, es un hervidero de transeúntes, titiriteros, vendedores, turistas.  Desde esa explanada salen vehículos que hacen un recorrido a través de las calles y la historia de la Delegación.  También los guías son jóvenes estudiantes, buenos comunicadores y muy bien informados.
Cada vez que recibimos un invitado, es obligado llevarlo a conocer Coyoacán.  La vez que nos visitó una amiga con sus hijos, abordamos el camioncito que ofrece el paseo turístico.  Los nombres de mexicanos ilustres se van repitiendo a medida que se transita por las antiguas, pero muy bien conservadas calles.  Diego, Frida, Salvador Novo, Octavio Paz, León Trotsky, Emilio, El Indio, Fernández, Luis Buñuel, solo son algunos de los famosos que vivieron en el territorio. 
La Casa Azul de Frida, hoy museo puede ser contemplada, así como la casa, también convertida en museo donde fue asesinado con un piolet o piqueta de alpinista, León Trotsky.  Como dato curioso, la casa colonial ubicada frente a la Plaza, que ostenta una placa donde dice que Hernán Cortés residió allí, no es tal.   De acuerdo a investigaciones realizadas, el edificio corresponde a un período posterior a la etapa en que Cortés estableció el primer ayuntamiento de la Nueva España.  La casa de Cortés no es la casa de Cortés.
En el parque o plaza principal, donde los domingos se reúnen cientos de citadinos a oír los conciertos que frecuentemente ofrecen las bandas de música, me sorprendió ver un cartel anunciando Wifi libre, y efectivamente… ¡es gratis!
Terminamos el recorrido sentados a la mesa en Don Coyote, un pequeño local famoso por sus “alambres”, un plato típico de carnitas mexicanas, y donde desentonaba un “cantautor”, al que había que darle monedas para que se callara.
¿De postre?   churros rellenos de cajeta o de natilla.   Caminando y disfrutando el ambiente bohemio del Montmartre mexicano se fue el tiempo, y tarde en la noche, despedimos a los amigos que al siguiente día emprendían viaje.  Volveré, encontré una tiendecita de ropa hindú que me fascinó, solo que ya estaba cerrada, será la próxima vez, más temprano.



    

   


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