martes, 5 de marzo de 2019

KOHUNLICH- 27 de julio de 2010



     Kohunlich es el nombre de una ciudad y centro ceremonial maya, ubicado a unos 65 kilómetros de Chetumal, capital del estado de Quintana Roo, en la región del Río Bec, muy cerca de la frontera entre México y Belice.
     Amaneció lloviendo en Xpujil, el día estaba fresco.  Después de una noche de buen descanso fuimos al restaurante del hotel a tomar algo caliente, pero no había café expreso, solo el tipo americano con leche que no sabía muy bien así que nos conformamos con yogurt y un té caliente.
     En la pared del lugar había un mapa de la zona arqueológica que habíamos visitado con una solicitud de los grupos ecologistas para que reportaran los avistamientos de la fauna, con el fin de llevar un registro.  La camarera me regaló un folleto en el que estaban relacionadas algunas de las especies que habitaban el lugar. Pecaríes, jabalíes, jaguares, pumas, monos aulladores y arañas, aves, venados.  No sé si fue suerte o no, encontrarme solo con dos ardillitas chillonas.
     Ya la tropa estaba organizada y por la noche todo quedaba empacado, era solo vestirse y embarcar, por lo que colocar el equipaje se hacía cada vez con más rapidez y eficiencia.
     Partimos de Xpujil, y cerca de las nueve de la mañana llegamos al límite entre los estados de Campeche y de Quintana Roo.
     En el viaje por una autopista que estaba en reparación con abundantes “topes”, lo que conocemos en Cuba como “policía acostado”, que sirven para disminuir la velocidad de los vehículos, se mantiene la vegetación selvática a ambos lados.  La flora es abundante y cerrada, había grandes extensiones sembradas de palmeras datileras, vimos pueblecitos muy pobres, viviendas aisladas y vendedores de frutas y refrescos en casi todo el trayecto.
     Llegamos a Kohunlich, una de las antiguas ciudades mayas construidas “hacia el cielo”, alrededor de las doce del mediodía.  Esta vez encontramos que los servicios turísticos estaban más organizados.  En la caseta de cobro había sanitarios limpios provistos de lo necesario: agua, papel, jabón, servilletas.  Contratamos un guía.  Era un descendiente maya que cooperó con los trabajos arqueológicos del lugar y estaba muy bien informado, se expresaba con claridad, y hablaba además el dialecto maya de la zona, el original es el maya quiché que se habla en Guatemala.  No supimos si era cierto porque nosotros desconocíamos el lenguaje, así que cualquier cosa que nos dijera estaba bien.
     En el recorrido explicó detalles de cada una de las instalaciones.  Nos mostró un árbol del que utilizaban la resina como incienso para quemar en las ofrendas.  También conocimos el árbol de la pimienta.  Comentó que los habitantes del lugar eran pequeños, de menos de un metro y cincuenta centímetros de estatura, razón por la cual las puertas y habitaciones de las ruinas tenían esa altura.
     Lo más significativo de este lugar son los mascarones o relieves tallados en la piedra en los diferentes niveles de una pirámide muy elevada y vertical.  Cada uno narra una historia sobre el inframundo, la tierra y el supramundo mayas.
     Este guía afirmó lo que otros nos habían dicho:  las pirámides no deben escalarse de frente ni erguidos, sino inclinados, poniendo las manos en el peldaño superior o encorvados en diagonal, ya que al hacerlo de frente se ofende a los dioses a los que se les debe mostrar respeto.
     La figura del jaguar está presente en todos los monumentos, era la más importante dentro de la cosmovisión prehispánica, representaba al mundo de los muertos o inframundo y era adorada como un Dios.
     La vegetación, los jardines, todo estaba muy cuidado.  Había muchas plantas con flores y una selva cercana por donde en cualquier momento podía surgir un reptil o un visitante no deseado.
     El estadio donde se desarrollaban los famosos juegos con una pelota de piedra recubierta de hule y lanzándola con la cadera, se conservaba con sus gradas talladas en la piedra, similar a un coliseo.
    El sistema de recolección y almacenamiento del agua estaba perfectamente diseñado por medio de canales y declives en el terreno, por el que el agua de lluvia corría hacia una especie de estanque que la acopiaba para ser utilizada en las épocas de sequía.

      Observando estas maravillosas obras de ingeniería, capaces de garantizar los alimentos y el agua, volví a preguntarme: ¿Cómo fue posible que desaparecieran, así como así?  Muchas preguntas no tendrán una aparente respuesta.  Eran culturas que vivían con la naturaleza y para la naturaleza sin agredirla, incorporando sus ciudades y necesidades al ritmo natural.  Cuando los quisieron cambiar, colapsó el equilibrio.
     El recorrido nos tomó cerca de dos horas, y a la salida pusimos rumbo a TULUM, otro de los iconos turísticos de la zona y puerto del Mar Caribe.  En el trayecto vimos nombres como Kinichna, Dzibanche, Oktanga, otro idioma y otro mundo por explorar.
     Cerca de Kohunlich encontraron, en medio de tanta selva, otro asentamiento con construcciones aún mayores, que están siendo investigadas y que preservarán para que las generaciones futuras tengan algo nuevo que ver y explorar.
     La ruta era hacia TULUM y entrar a XUL-HA, pero donde se cruzaron los caminos se torció hacia otro lugar.  Había mucho calor, los niños estaban inquietos y entramos a la Laguna Milagros, una gran masa de agua salada donde ofertaban paseos en kayaks y también se podía comer y refrescar.
     Los negocios habían cambiado de dueño y estaban a medio organizar, ya no vendían comidas y estaban adaptando el lugar para crear una pequeña base náutica con motos acuáticas y kayaks.
     Al final de un pequeño y medio desvencijado muelle de madera había una torre para clavados, también de madera, con la advertencia de que no podían subir más de tres personas, a riesgo de que se derrumbara.
     A tres o cuatro metros de distancia de la orilla la profundidad era de casi dos metros.  Bastante profundo para ser tan cercano.
     Aún quedaban unas mesas y sillas desocupadas, y nos sentamos a refrescar.  Dos integrantes del grupo fueron por comida a un poblado cercano y los más jóvenes disfrutaron del agua y remaron por un buen rato en los kayaks que quedaban.
     Este lugar era nombrado Laguna Milagros, Huay-Pix o Villa Lolita, tres nombres a escoger.  No sabemos cómo lo bautizará el nuevo propietario.
     Pasadas las cinco y media de la tarde, recogimos para continuar viaje hacia Chetumal.  Pero para ser fieles al principio de “no tenemos rumbo fijo”, casi llegando nos desviamos hacia la frontera con Belice para visitar la zona franca, en el límite con el estado de Quintana Roo.
     Los niños de los amigos ya habían hecho estas incursiones y estaban entusiasmados por ir de compras. Para nosotros era la primera vez.  
     Cruzamos un puente con los barandales cubiertos de malla, supongo que para evitar el cruce por el río, y al final un puesto fronterizo en el que se muestra la documentación, y autorizan la entrada al país sin mucho requisito.  Era un boulevard el puente aquél con muchos autos, camiones, personas caminando, entrando y saliendo de Belice.
     De nuevo teníamos el tiempo limitado, los establecimientos de la zona franca cerraban a las ocho de la noche, nosotros llegamos a las seis, por lo que no pudimos ver mucho.
   Después de cruzar el puente fronterizo se encontraba una calle ancha con mercados, tiendas y casinos a ambos lados, había mercancías baratas por doquier.  Nuestros amigos fueron a los lugares que conocían de antemano, nosotros miramos un poco.  En Belice se habla inglés y español, pero vimos gentes de varias nacionalidades.  Le compramos medias a un coreano y una mochila viajera que aún está utilizable.  Conversando con un guatemalteco que reside allí comentó que el médico que tenían en la zona era cubano.  Una vez más, estamos en todas partes.
     Cerca de las nueve de la noche retornamos a México.  A pesar de la larga fila de vehículos para cruzar el puente fronterizo, fue bastante rápido. Nadie preguntó, nadie revisó, nadie miró.
     Cuando llegamos a Chetumal compramos repelente para los mosquitos, porque había una epidemia de dengue.  Luego de un día de viajes y emociones, merecíamos un buen descanso, y a ello nos dispusimos.
Mañana será otro día.
   

 
    





No hay comentarios:

Publicar un comentario