La imagen de la virgen de Guadalupe,
tallada en el tronco de un árbol, presidía el altar de madera de una original
capilla. Los bancos, situados en
escalones de piedra que descendían desde la entrada hasta los pies del altar,
eran también rústicos. Realmente
hermoso.
El mariposario se camina entre plantas
florecidas y mariposas revoloteando.
Está cubierto con una malla que impide que los ejemplares escapen, están
libres, solo que con el espacio limitado.
Visitamos el orquideario donde se exhiben gran variedad de especies. En grandes estanques reproducen peces del
arrecife. El lugar donde cultivan
diversidad de hongos comestibles y el sendero de selva tropical fueron parte
del recorrido inicial, antes de disfrutar de un refrescante paseo por el Río
Paraíso.
Un río sin corriente que da una vuelta
sobre su cauce, con el agua más transparente que se pueda imaginar se escurre
entre altos farallones de roca, circula a través de túneles y por debajo de una
cascada. A la salida de un pasadizo
abierto en la piedra había un embarcadero.
Desde allí se aborda una balsa
hecha de troncos de árboles con asientos también rústicos, y un joven timonel
inicia el trayecto empujándola con una pértiga.
Deslizándose suavemente sobre el agua, comienza el recorrido. Se les ruega a los paseantes mantenerse
callados para disfrutar del paseo tan relajante. Una solicitud difícil de
practicar para un grupo de turistas cubanos que todo lo comentaban, pero nos
esforzamos en cumplirlo. Fue un viaje
reposado, refrescante, perfecto, solo se escuchaba el silencio.
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