Después del intenso día que pasamos en
Xcaret, descansamos en el apartamento y en el hotel donde nos hospedábamos en
Playa del Carmen. Al día siguiente, terminado el desayuno, llevamos la ropa a la lavandería que ya habíamos localizado a
pocas cuadras del apartamento. En los planes estaba ir a Mérida y a Chichén
Itzá, pero un imprevisto hizo que cambiáramos la ruta. Migue, nuestro joven viajero, pasó la noche
mal con una severa ingesta.
Una vez que recogimos la ropa
limpia, y terminamos de hacer las maletas, reanudamos el camino. En la mañana no alcanzó el tiempo, y no
pudimos visitar la zona de las playas de este famoso lugar invadido por turistas,
con aceras especiales para bicicletas y policías de tránsito sustituyendo los
semáforos.
A la salida de la ciudad llegamos a un
consultorio pediátrico para que examinaran a Migue. El doctor confirmó que solo era una buena “atracada” de
comida y chucherías. No conté los
pasteles que comió el día anterior, pero fueron muchos. Le recetó agua y una dieta ligera.
Pasadas la una y media de la tarde emprendimos
viaje hacia Cancún por una autopista paralela a la costa, que lucía en las
orillas una vegetación tan tupida que impedía ver el mar. El niño continuaba decaído y decidimos no
continuar viaje, descansar esa tarde y dar tiempo a que se repusiera, por lo
que inmediatamente que llegamos a Cancún buscamos alojamiento.
Cerca del hotel donde nos hospedamos
estaba el andén de donde salían embarcaciones hacia Isla Mujeres y decidimos
visitarla. Los amigos mexicanos se
quedaron reponiendo fuerzas y cuidando a Migue.
Ellos conocían el lugar. Nosotros no.
La embarcación atracó en la isla, en un
muelle muy concurrido. Había muchos
turistas, pescadores, pobladores. El
lugar resultó muy animado y tropical, con una sola calle ancha paralela a la costa,
repleta de pequeños hoteles, comercios, restaurantes, tianguis, autos,
bicicletas, cuatrimotos y transeúntes.
La
isla mide ocho kilómetros de largo y la distancia entre costas en la parte más
ancha es de solo un kilómetro. En muchos
lugares en dos o tres cuadras se divisan ambas riberas.
Todo el litoral es también zona de playa. Estaba
colmado de bañistas, pescadores, y buena cantidad de vendedores que ofertaban su
mercancía a voz en cuello. En aquel
barullo logramos rentar una silla de extensión con sombrilla para los cinco,
solo una. El mar estaba tranquilo, el agua transparente,
la arena blanca y fina. Qué más… solo
disfrutar de un buen baño.
Isla Mujeres es un asentamiento de pescadores,
y la zona de los balnearios está intercalada entre los muelles por donde
embarcan y atracan los botes y las lanchas de los habitantes que diariamente se
lanzan al mar en busca de la pesca del día.
Cerca de la orilla había restaurantes y
negocios que servían comidas, con las mesas y las sillas encajadas en el suelo
de fina arena, un servicio sencillo y rústico, y con una deliciosa oferta de pescado fresco… “del mar al plato”.
Después de disfrutar del baño de mar,
decidimos conocer otros lugares de la isla.
Rentamos un taxi porque las otras opciones eran bicicletas o cuatrimotos
de los usados en los campos de golf.
Pensamos que en el auto cabíamos todos, y que el conductor nos podía servir
de guía, y así fue.
Nos llevó hasta el extremo occidental de
la isla, “donde comienza México”. Había un faro, un mirador, y no podía faltar
un pequeño tianguis donde vendían refrescos y agua. En esa zona vimos buenas casas, villas de
recreo, fincas de estadounidenses que cuando se jubilan compran y residen en la
isla. Se apreciaba un fuerte contraste entre
la colonia norteamericana y los barrios humildes de los pescadores.
El recorrido fue muy placentero e instructivo.
Ya entrada la tarde retornamos al centro del poblado y nos dispusimos a comer
pescado fresco. Sentados alrededor de una mesa colocada sobre la arena y
contemplando la puesta del sol, degustamos un Mero recién pescado.
Eran más de las ocho de la noche cuando
navegamos de regreso en el catamarán, a través del estrecho de mar, contemplando
un cielo limpio y estrellado como hacía tiempo no veíamos. Terminamos bien el día, con un atractivo paseo
y un lindo recuerdo del Caribe.
Fotos de la autora.
Corrección de estilo Nilda Bouzot
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